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Psicóloga

Otra manera de luchar contra los incendios forestales

El fracaso de las políticas para evitar los fuegos en las regiones del Noroeste

Todos somos conscientes del enorme problema que representan los incendios forestales en nuestra región. A los nefastos inconvenientes ambientales que producen se suman unos gastos en prevención y, sobre todo, en extinción que debemos sufragar todos los años en unas labores que, en ocasiones, llegan a poner en peligro vidas humanas. En cuanto a los gastos, éstos son irrelevantes si los comparamos con el problema socioeconómico que originan, y es que los incendios forestales constituyen el principal obstáculo para desarrollar un sector forestal, minimizado en la región pese a su gran potencial, que podría crear mucho empleo a la vez que se revertiría la actual deriva de degradación ambiental de estos espacios naturales sometidos a recurrentes incendios.

Analizando los incendios a escala nacional, nos encontramos que España se puede dividir grosso modo en dos regiones claramente diferenciadas en cuanto al tipo de incendios que padecen atendiendo a su origen, recurrencia y tendencia o evolución de la superficie incendiada anualmente (esta evolución se relaciona con la eficacia que están mostrando las administraciones correspondientes en corregir el problema). Así, tenemos que Cantabria, Asturias, Galicia, León y Zamora se encuentran en la parte mala, o zona donde la mayoría de los siniestros los provoca intencionadamente el hombre, se repiten cada pocos años en los mismos lugares y sus administraciones no están corrigiendo la tendencia, excepto en el caso de León y Zamora. Estas regiones del Noroeste representan sólo el 14% del territorio nacional, pero concentran alrededor del 60% de los incendios que afectan a casi el 50% de la superficie incendiada en todo el país. Son provocados en un 75% aproximadamente y, según los equipos de investigación de incendios, su motivación está vinculada con la ganadería extensiva en su amplia mayoría. En el resto del Estado las cifras se invierten: en el 75% de los casos son no intencionados, con las negligencias como principal causa, seguida de los accidentes y el rayo; la recurrencia es baja y sus administraciones están corrigiendo el problema como se detalla a continuación.

Aunque las estrategias de lucha deberían ser diferentes para ambas zonas a la vista de estos datos, lo cierto es que el destino de la mayor parte de los fondos coincide, destinándose principalmente a mantener unos sistemas de extinción que aunque han ganado mucha eficacia desde los años 90 no están consiguiendo corregir el problema en el Noroeste. Así, tenemos que en el resto de España esta estrategia está dando buenos resultados, mejorando todas las tendencias excepto en Canarias para el periodo 1990-2012; en el Noroeste, sin embargo, la tendencia sigue empeorando, lo que, unido a la alta incidencia, que es la mayor del Estado (anualmente arde un promedio del 1,4% de la superficie forestal), coloca a estas regiones en una situación muy preocupante. Destacan en esta corrección de las tendencias la Comunidad Valenciana y Andalucía, que han reducido la superficie promedio incendiada desde casi 30.000 hectáreas anuales a menos de 10.000; Castilla y León la ha reducido de 35.000 a 15.000 hectáreas; Cataluña, de 15.000 a menos de 5.000 hectáreas y Extremadura, de 15.000 a unas 5.000 hectáreas. Canarias es la única región fuera del Noroeste que para el periodo 1990-2012 muestra una tendencia ascendente, pero presenta una superficie anualmente afectada de 4.000 hectáreas (0,6% de la superficie forestal), menos de la mitad que las del Noroeste.

Por tanto, vemos que mientras en el resto de España los hidroaviones o las campañas de sensibilización son buenos aliados en la lucha contra esta lacra, en el Noroeste necesitamos probar nuevas herramientas que incidan en el origen de la mayor parte de estos incendios. Y es que a raíz de los profundos cambios sociales, demográficos, productivos y legales acaecidos en las últimas décadas en nuestro país se han precipitado numerosas transformaciones en el campo que han conducido a que muchos usos que permitían mantener la calidad de los pastizales se hayan reducido o hayan desaparecido, con el consiguiente incremento del matorral y la extensión del uso clandestino del fuego como principal herramienta para mantener los pastos accesibles al ganado. Por tanto, el problema es muy profundo o, como se suele decir, estructural, ya que afecta a los cimientos de un modelo de ganadería extensiva que clama por unas reformas que nadie atiende.

En la Asociación Proyecto Roble llevamos varios años ensayando nuevos métodos de lucha contra estos incendios con resultados esperanzadores. Centrándonos en la participación y colaboración con los ganaderos, el objetivo es crear nuevos métodos de generación de pasto adaptados a las limitaciones actuales (ambientales, socioeconómicas y productivas) que permitan aprovechar este recurso de un modo más racional y sostenible. El balance muy resumido de la actividad de la asociación en estos años es la eliminación total de los incendios en una zona pactada con los ganaderos de 100 hectáreas que presentaba una alta recurrencia; la participación de un voluntariado urbano que junto con los ganaderos ha realizado acciones de mejora de pastos y restauración ambiental, contabilizándose casi 700 horas de trabajo; y todo ello ha contribuido a atraer unas inversiones públicas inexistentes en la zona. En el plano social, y fruto de esta colaboración entre dos grupos sociales como es el rural y el urbano, con sensibilidades e intereses a menudo confrontados, se está consiguiendo acercar posturas, y comprobamos que existe un amplio espacio de consenso que satisface las dos visiones: la más conservacionista de los "urbanos" y la utilitarista de los "rurales". En esta asociación compuesta por "urbanos" y "rurales" todos asumimos y estamos haciendo lo posible para que en los montes públicos, donde hasta ahora sólo existía un aprovechamiento ganadero menguante con una productividad pascícola baja y una situación ambiental lamentable, puedan incorporarse otros usos sostenibles como el forestal, e incluso podamos reservar áreas para la conservación sin ninguna intervención humana, porque cada vez se oyen más voces desde el colectivo de ganaderos que piensan que hay espacio para todo, sólo necesitamos escucharnos un poco más.

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