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Cien líneas

Totalitario

La historia de Juan Francisco, el niño carbayón que por fin se ha reencontrado con su madre, está llena de emociones, gozosas y tenebrosas y también de razones y sinrazones. Y tiene antecedentes.

Al conocerla me vino inmediatamente a la memoria aquel crío, también asturiano, de diez años y cien kilos de peso que vivía con sus abuelos y que las autoridades del Principado sencillamente se lo quedaron. Fue hace nueve años y si me permiten un golpe de humor negro, el presidente del Gobierno era entonces Vicente Álvarez Areces y sus pinchos de tortilla.

Lo que cuenta entonces y ahora es que, en origen, entre la perspectiva de la familia y la de Gobierno no medió un juez. O solo retóricamente. Y como supongo que se hizo todo de acuerdo a Derecho, la conclusión es tremenda: tenemos leyes propias de un Estado totalitario.

Un Estado totalitario que, claro, odia a la familia ya que, con la religión, es la única institución que en último término se resiste a su poder omnímodo.

A estas alturas, el Estado totalitario opera a través del poderosísimo mito de la ciencia: nutricionistas, psicólogos, educadores, psicoterapeutas, urbanistas, sociólogos, ponderólogos, adecuólogos y tal y tal y tal argumentan con sus dogmas infalibles, así que indiscutibles, y no hay vuelta de hoja.

Todo empezó con el mantra del origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y ya ven.

Y en un régimen totalitario puede ocurrir que una niña de 14 años en acogida quede embarazada y no se exijan responsabilidades. Y encima le quitan la criatura, como en la posguerra.

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