Parece que hay samba en la calle Brasil, donde nunca llueve al gusto de ningún vecino, y con razón. Caen cuatro gotas o se les viene por sorpresa una tromba momentánea y la calzada se inunda, tal que parece un "aquapark" o la pileta olímpica de los Juegos de Río, por mantener el ritmo carioca del asunto. A estos vecinos ¿quién les baila el agua?
Tal es la laguna que se forma en esa vía pública de la zona oeste de la ciudad de un tiempo a esta parte que cualquier invierno -o aguacero de vísperas del otoño, como ocurrió el pasado jueves- será colonizada por los patos de Isabel la Católica que huyen del ataque de las nutrias.
A nadie extrañe que los habitantes de esa anegada calle de La Calzada manifiesten su queja como agua en torrentera. Tienen razones suficientes, y pasadas todas ellas por agua, para considerar que les están tomando el pelo; que tres inundaciones en quince meses es para pensar que llueve en demasía sobre mojado. ¿Cómo no van a salir por boca de muchos de ellos, en estampida, rayos y truenos? Cualquier día tendrán que desplazarse a remos y en barca, como en Avilés, marineros de agua dulce en La Calzada.
Todas las promesas políticas que se hacen a los residentes en la calle Brasil quedan reducidas con frecuencia a agua de borrajas. Dicen desde el Ayuntamiento que el problema se arreglará con el pozo de tormentas, pero mientras tanto cada tormenta convierte la calle en un pozo.