Llegan distintas valoraciones sobre la reflexión de ayer acerca de los tediosos plenos municipales en Gijón, de orden del día cargado de menudencias y dos días de duración, con intervenciones que se multiplican sin grandes aportaciones que ofrecer... Llegan valoraciones a favor y en contra, como debe ser, todas muy respetables, aunque unas más argumentadas que otras.
En una Corporación integrada por seis grupos distintos ocupando los escaños del salón de sesiones, y a sabiendas del altavoz inmenso, siempre presente, de los medios de comunicación locales, los concejales corren el riesgo de enredarse en el intento de procurarse un minuto a gloria a base de iniciativas para la galería, sin mayor compromiso que lanzarlas al viento y esperar a que caigan, como hoja seca, para ser pisoteadas por el resto. El error aumenta cuanto menor representación numérica tiene cada grupo.
Tal vez la solución se encuentre no en abrir de par en par el Pleno a los vecinos en una suerte de democracia participativa de una vez al mes, sino en elevar al Pleno, desde los asientos edilicios, las inquietudes, las propuestas y las reclamaciones de los vecinos. Ser altavoz de las demandas de la ciudadanía en el órgano soberano municipal sí se convertiría en una iniciativa valiosa que ayudaría además a procurar cercanía entre administradores y administrados. Los partidos políticos sólo se ocupan de los barrios durante las campañas electorales. Después se olvidan y el mandato se pasa entre plenos tediosos y debates baldíos de escasa estatura.
