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Memoria de Cesáreo del Valle

La trayectoria política de un demócrata frustrado

La democracia ha sido uno de los mayores problemas de la sociedad española en la época contemporánea. Los conflictos constantes y de diverso origen que surcan nuestra historia reciente impidieron durante siglo y medio el establecimiento de una democracia representativa. El problema fue resuelto a la muerte de Franco por consenso, pero vista la actual situación política, debe concluirse que la solución adoptada presenta un balance positivo, aunque no enteramente satisfactorio. Las instituciones políticas están desbordadas por las viejas tensiones sociales e ideológicas, que con la crisis han adquirido de nuevo una gran intensidad, y se cuestiona no ya la calidad, sino la autenticidad de nuestra democracia. No falta quien considera que el mal funcionamiento de nuestro sistema político es consecuencia directa del modo en que se hizo la transición a la democracia, que sin embargo en su día fue admirado por los españoles en general y en todo el mundo como un exitoso modelo a imitar. En resumen, la democracia, si bien de otra manera, exenta del dramatismo de otros tiempos, continúa siendo un problema para la sociedad española.

Dejando a un lado la discusión anterior, lo cierto es que la democracia podía haberse asentado en España en los años 20 del siglo pasado. Con más destreza en el manejo por la clase política de las divisiones internas y un entorno exterior no tan adverso, la crisis de la Restauración habría dado paso a una democracia liberal y no a una dictadura. El juego electoral, que en las décadas anteriores se reducía a puro fraude, evolucionó hasta convertirse en una competición predemocrática, con los vicios y las virtudes que se podían observar en cualquier otro país europeo. Las corrientes demócratas tenían una fuerza creciente y no dejaban de ensanchar su área de influencia en la esfera pública.

Los profesores liberales del grupo de Oviedo, sensibles a la cuestión social, la rápida implantación de los socialistas en las cuencas mineras, la presencia de grupos republicanos en las áreas urbanas y los triunfos electorales del Partido Reformista situaron a Asturias en la avanzadilla de las tendencias progresistas de la política nacional. En aquellos años convulsos vivió Cesáreo del Valle, que ejerció desde la primera fila de la vida política regional un protagonismo discreto en algunos de los acontecimientos más relevantes.

Cesáreo del Valle nació el 2 de febrero de 1878 en Carabaño, un pueblo que tenía entonces un centenar largo de habitantes dedicados a la agricultura y la ganadería, ubicado en el municipio de Cabranes, en una ladera que se eleva sobre la carretera que va de Villaviciosa a Infiesto. Inició sus estudios en la escuela de Santa Eulalia, capital del concejo, que ofrecía las clases en el pórtico de la iglesia. Después, se trasladó a Sanlúcar de Barrameda para estudiar el bachiller en un centro escolapio dirigido por Alejandro Corrales, que había nacido, como él, en Carabaño. A la vuelta cursó Filosofía y Letras, enseguida empezó a ejercer como secretario del Ayuntamiento de Cabranes, cargo que había desempeñado antes su padre, y con 26 años contrajo matrimonio con María Angeles Alvarez. En 1908 termina los estudios de Derecho como alumno libre y abre despacho de abogado en Villaviciosa. Hasta su jubilación combinaría el ejercicio de la abogacía con el cargo de secretario municipal en Cabranes, Infiesto y Cangas de Onís, excepto en varios pequeños paréntesis en que no pudo hacerlo por diferentes motivos.

La vida profesional y familiar de Cesáreo del Valle iba alcanzado una estabilidad al mismo tiempo que su vida pública entraba en un período de agitación y lucha. En 1904, el año de su matrimonio, el Alcalde de Cabranes convoca a todos los ayuntamientos de la región a una asamblea en Gijón. Acuden representantes de 57 municipios y en ella se debaten los problemas de las haciendas locales. A partir de aquélla, en la que es el encargado de exponer las conclusiones, la presencia de Del Valle era habitual en los congresos que celebraban los ayuntamientos y los secretarios municipales, y la prensa destacaba la defensa rotunda de la autonomía local que hacía en sus intervenciones.

En 1906 apareció El Eco de Cabranes, una publicación quincenal que contenía información local, opinión, columnas literarias, y que distribuyó hasta un millar de ejemplares. Cesáreo del Valle publicó artículos en los ocho años de vida de la revista, pero, además, entre 1907 y 1909 fue su único propietario y director. En aquellos años también escribió para las revistas "La Voz de Villaviciosa" y "Villaviciosa hermosa", que se publicaron en el concejo vecino, donde cultivó buenas amistades. En todo caso, prodigó más su faceta de publicista en las conferencias y los discursos que en los periódicos. Disertó sobre cuestiones jurídicas o políticas en los ateneos obreros de Villaviciosa y Gijón, y siempre que acudía a algún banquete o celebración era invitado a hablar, cosa que hacía con gusto y la audiencia recompensaba con cálidas ovaciones. Ramón del Valle, un polifacético escritor villaviciosino, lo describió como "el incomparable orador, enérgico, fogoso e incisivo como el gran Demóstenes".

La prolífica actividad pública que despliega Cesáreo del Valle lo acerca a la arena política. Su vida se desarrollaba principalmente entre Cabranes y Villaviciosa. Estaba, por tanto, en el distrito de Alejandro Pidal y Mon, el gran cacique del Partido Conservador en Asturias, que era diputado por Villaviciosa, con dos breves ausencias y casi sin que se celebraran nunca elecciones, desde 1872. El dominio de Pidal, no obstante, mostraba los primeros síntomas de debilidad. Su influencia en el partido declinaba, y con ello las dificultades para conceder favores a sus electores, y en consecuencia los notables del distrito tendían a mostrarse distantes, poniendo un precio cada vez más alto a su apoyo. En 1910, algunos de sus leales y sus opositores se conjuraron para disputarle el escaño en unas elecciones, las últimas en las que sería candidato, aunque Pidal consiguió finalmente desbaratar la operación con nuevas promesas.

La actitud política de Cesáreo Del Valle evolucionó de una crítica prudente a Pidal a un compromiso con el Partido Reformista que mantendría hasta el final. En las páginas de El Eco se preguntaba por cuánto tiempo el censo electoral de Cabranes iba a seguir estando a disposición de Pidal, si los cabraneses no se habían cansado de esperar en vano la obra prometida de la carretera que debía comunicar al concejo con los concejos limítrofes. Y, a la vez, convertido ya en persona de referencia en la comarca, participaba en todas las maniobras políticas y electorales que se maquinaban en el distrito.

La inflexión en su trayectoria política se produce en los meses centrales de 1914. En las elecciones celebradas aquel año se enfrentaban por el escaño de Villaviciosa miembros de las dos familias que habían compartido todo el poder en el municipio durante décadas. Ganó por amplio margen Manuel Cavanilles, infligiendo a un Pidal su primera derrota en Villaviciosa, pero el Tribunal Supremo dictaminó que las votaciones debían anularse por fraude, y a pesar de que Cavanilles recibió el apoyo de Ortega y Gasset y Gumersindo de Azcárate, entre otros, el Congreso no aceptó el acta y decidió que se repitieran las elecciones. La noticia causó gran revuelo en Villaviciosa y unas tres mil personas se congregaron ante la casa de los Cavanilles para protestar. Cesáreo del Valle se dirigió a los manifestantes desde el balcón para pedirles firmeza ante el atropello cometido. En junio se celebraron nuevas elecciones y Manuel Cavanilles consiguió el escaño sin votación, por el artículo 29.

Unos meses después, a finales de septiembre, tuvo lugar la fundación del Círculo Reformista de Villaviciosa. En el acto se leyó una carta de adhesión firmada por Cesáreo del Valle. Su vinculación al Partido Reformista quedaría patente en las elecciones de 1916, en las que hizo campaña junto al candidato José María Rodríguez, frente a Manuel Cavanilles, al que había apoyado en 1914 no por afinidad política, sino con la intención de impedir que el cacicazgo de los Pidal pasase de padre a hijo. Del Valle despuntaba en la política local por su determinación en la lucha contra el fraude electoral y su influencia en el voto, y esto lo convirtió en blanco de reiterados ataques. Su principal adversario político en Cabranes lo denunció por dejación de funciones como secretario del Ayuntamiento para dedicarse a las actividades electorales. En una noche de marzo de 1916, en plena campaña electoral, sucedió que al entrar en su domicilio fue tiroteado por dos individuos, por fortuna sin consecuencias para él. El diario reformista El Noroeste acusó en primera página al matonismo practicado por el candidato rival de estar detrás de los atentados.

En un mitin celebrado en Nava, Cesáreo del Valle quiso aclarar su posición política, según dijo, para que cesaran las calumnias. Se definió de ideas liberales y como melquiadista más que reformista. Desde luego, trabó una estrecha relación con el líder reformista. Fue asiduo en la tertulia que Melquiades Alvarez reunía las tardes de agosto en la calle Corrida y cada verano solía recibir alguna visita suya en la Casa del Río. En Cabranes se decía que allí Melquiades Alvarez tenía un amigo incondicional. En otro mitin de aquella campaña, celebrado en Santa Eulalia, Del Valle ofició de maestro de ceremonias ante Melquiades y más de mil paisanos suyos, bajo un persistente orbayu, señalando que Cabranes había sido el primer pueblo en alistarse en las banderas del gran tribuno. En numerosos banquetes en los que coincidían era normal que se sentaran juntos o muy cerca uno del otro.

El candidato reformista ganó las elecciones de 1916 en el distrito de Villaviciosa, en parte gracias a la ventaja que obtuvo en cada una de las cuatro mesas de Cabranes. Cesáreo del Valle conseguiría una gran victoria electoral el año siguiente, la única vez que se presentó de candidato en unos comicios. Fue en las elecciones provinciales de 1917 en el distrito de Gijón-Villaviciosa. Aunque no pudo contar con el apoyo de los cabraneses, que votaron en otro distrito, resultó elegido siendo el más votado en los concejos de Villaviciosa y Colunga. No obstante, solicitó para su municipio el trazado de varias carreteras locales. En el escaño se mostró inquieto. Fue miembro de las comisiones de Hacienda y de Establecimientos correccionales y resultó elegido vicepresidente de la Comisión Provincial por 28 votos a favor y uno en blanco. De las numerosas iniciativas que adoptó, merece ser destacada, por su significado histórico, la proposición firmada con el diputado Carlos de la Torre en enero de 1918 solicitando al gobierno de la nación que promoviese en las Cortes la concesión de un régimen de Autonomía a Asturias. En su presentación, Cesáreo del Valle argumentó que ninguna región reunía como Asturias las condiciones idóneas para ello. La proposición fue declarada de urgencia y aprobada por unanimidad.

En septiembre de 1920 Del Valle fue elegido en un pleno de la Diputación director del Hospital Provincial por 15 votos frente a 13 que obtuvo Manuel Martorell y un voto en blanco. Tres meses después, en diciembre, presentaría la dimisión del cargo, alegando motivos de salud. Esta renuncia supuso un punto y aparte en su vida política. No volvió a presentarse en unas elecciones y en adelante sólo ocuparía cargos de partido. En 1921 formó parte de la terna propuesta al pleno del Ayuntamiento de Gijón para la selección del nuevo secretario municipal. El concurso generó una agria polémica entre los dos periódicos más leídos en la ciudad. El Noroeste se volcó con él, que quedó por delante de Sabino Alvarez Gendín, futuro rector de la Universidad de Oviedo, pero no consiguió la plaza. Tras un breve paso por Infiesto y haber aprobado con el número 22 entre más de 800 aspirantes la oposición a secretario de primera categoría, tomaría posesión de la secretaría de Cangas de Onís en agosto de 1925.

La dictadura de Primo de Rivera obligó a Cesáreo del Valle a reducir sus intervenciones en la esfera pública. En la inauguración de la Sociedad Benéfica de Piloña, en julio de 1927, habla de uno de los tòpicos de su tiempo y del nuestro, la crisis espiritual, y de la contribución de la ciencia al progreso. En abril de 1931 pide el voto para las izquierdas en Cabranes. Días antes de las elecciones municipales fue invitado a participar en las bodas de plata del Sindicato Agrícola de Piloña. Aprovechó la ocasión para presentar un duro alegato contra los siete años pasados de "infame silencio" y hacer una defensa enérgica de la libertad de asociación y los derechos de ciudadanía. A lo largo de su vida, perteneció a muchas asociaciones de todo tipo, desde el Centro de Instrucción y Recreo de Torazo hasta la Comisión de fiestas y el Círculo de artesanos de Cangas de Onís o la Sociedad de Labradores de Cabranes, de la que fue presidente honorífico.

A Del Valle se le vio compartir el júbilo de los cangueses por la proclamación de la II República desde el balcón del casino de la villa. En el corto período que sigue colabora en la definición de la línea política y programática del Partido Republicano Liberal Demócrata, la nueva organización en la que se agrupan los melquiadistas, e interviene en algunos mítines electorales. Pasa las vacaciones en su casa de Cabranes. Su vida en Cangas, donde también ejerce como abogado, es apacible. Pero la guerra lo cambió todo. La comisión gestora que se apoderó del ayuntamiento lo apartó de su puesto de secretario y lo envió a prisión. En octubre de 1937, tras la llegada a Cangas de las tropas sublevadas, el mando militar franquista autorizó su reincorporación al cargo.

En 1940 sufriría un nuevo y definitivo revés. La ley de 1 de marzo sobre la represión de la masonería y el comunismo concedía dos meses a aquellos que hubieran pertenecido a estas organizaciones para retractarse. En una de las declaraciones delatoras apareció el nombre de Cesáreo del Valle. En efecto, había un "César" en su pasado, nombre simbólico que adoptó al iniciarse en la logia Jovellanos de Gijón, en la que permaneció varios años desde 1921. Declaró que su conducta religiosa y política había sido de entera oposición a la masonería y que tras asistir a varias reuniones que le parecieron esotéricas optó por no volver. Su confesión fue considerada suficiente y sincera, pero el tribunal no encontró motivos para la absolución y en la sentencia dictada en 1944, aunque le perdonó la cárcel, lo inhabilitó a perpetuidad para el desempeño de cualquier cargo directivo, público o privado. Del Valle decidió entonces solicitar la jubilación en el Ayuntamiento de Infiesto, su último destino como secretario, y regresar al domicilio familiar de la Casa del Río, donde agotó sus días dando reflexivos paseos por la carretera que tanto había reclamado a Pidal. Allí, muy cerca del lugar de su nacimiento, con el respeto de sus vecinos, falleció el 13 de julio de 1948.

Aquel pequeño Romanones, guasón, de voz grave y excelente orador, al que Jesús García-Robés, autor de Villagrís, una novela perediana sobre la vida rural publicada en 1924, veía destinado desde muy joven al ministerio de Gobernación, consiguió que en Cabranes, un concejo entregado al gran cacique, las urnas arrojaran mayorías reformistas durante una década, y contribuyó a que en Villaviciosa, un distrito ajeno a la competición política hasta entonces, se consumara la alternancia electoral por primera vez. Cesáreo del Valle comprendió bien que el desarrollo económico, los avances en las comunicaciones, la educación y una ciudadanía cívica y asociada era lo que la sociedad española necesitaba hace un siglo para llegar a ser moderna, justa y democrática. Toda su vida, en especial sus años jóvenes, fue un combate decidido, lleno de gestos y pequeños pasos, en esa dirección. De haberse cumplido su propósito, se habrían evitado una guerra civil y dos dictaduras que juntas duraron medio siglo. Por eso Cesáreo del Valle, un protagonista olvidado de momentos críticos de nuestra historia, merece que se le recuerde.

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