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Fernando Granda

La basura y el turismo

Los caminos despejados, las playas sin basura, las calles limpias y sin desperdicios. He ahí las bases del futuro de nuestro turismo. Pero estamos próximos al final del verano y la situación no parece la ideal. La naturaleza descuidada es un pecado para senderistas, avistadores, montañeros, conservacionistas, simples caminantes. Sin embargo abundan estos días los restos de un excursionismo despreocupado, descuidado, poco concienciado.

Señalaba fechas atrás Luis Mario Arce el interés creciente del turismo extranjero por la naturaleza astur, por su fauna y su flora singulares. Revelaba el experto en Naturaleza de LA NUEVA ESPAÑA que este mes, septiembre, es el más indicado para observar el hábitat de nuestros montes, de nuestros campos, de nuestra fauna, para contemplar flores, plantas, insectos? El mes de los frutos, cuando baja el calor y los extremos térmicos se aproximan. Uno de los meses que ansían los naturalistas.

Pero quienes lleguen estos días por nuestra tierra no se encontrarán con un entorno demasiado limpio. Muchos caminos están salpicados de papeles, colillas y paquetes de tabaco, envoltorios de helados, latas aplastadas de refrescos y cervezas, bolsas de golosinas, brits de lácteos y un largo etcétera. En las praderas permanecen restos de estancias furtivas. Las señalizaciones viarias están bastante deterioradas, con partes rotas, llenas de pintadas o carteles desvaídos pegados unos sobre otros. Un desastre que sufrimos los finales de temporada.

No alcanza el problema, en gran parte de nuestra zona turística, a la situación que relataba en un magnífico reportaje un gran senderista, el periodista Melchor Fernández Díaz, sobre la senda fluvial del Nalón. Se ufanaba el exdirector de este diario de ese camino que acompaña al río señero de Asturias, le encanta su trayectoria y lo que muestra, un paisaje que relata la historia de unos valles singulares. Pero se lamentaba de la invasión de basura que le atesta. De la cantidad de desperdicios que siembran su trayectoria, su recorrido a veces natural, a veces industrioso. Un río que fue negro y sucio a causa del lavado del carbón y que ha sido recuperado, por donde bajan aguas limpias, dignas de una naturaleza verde, ecológica, llena de vida.

Sostener un paisaje donde puedan contemplarse esas magníficas hortensias, bellas orquídeas, las bayas, cuernicabras, hierbas apiales, bellotas de roble, castañas, avellanas, madroños y demás delicias para el paladar de los osos, observar a éstos en su hábitat natural, o, como apunta Arce, gorriones y preciosos treparriscos, rapaces de distinta envergadura, con diversas funciones naturales, es una labor permanente para que este Paraíso Natural siga siendo paraíso y lleguen más visitantes amantes de la fauna y la flora sorprendentes. Parece que los operadores que trabajan los espacios verdes se fijan últimamente en el Principado, que cada vez son más los extranjeros, principalmente británicos, que buscan nuestros paisajes, que Somiedo y los Picos de Europa llaman con más ahínco a los amantes de nuestros parajes silvestres.

Para conseguir que ese atractivo convenza y se incremente es obligatorio respetar caminos, senderos, playas, miradores, vallas e indicadores, la naturaleza que nos da vida, que nos da fama y alegra la vista, que atrae a todo amante de la belleza. Porque la Naturaleza es fuente de riqueza pero su descuido es muy difícil de restaurar. Elijamos, basura o turismo.

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