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Opiniones de un nómada

...Quisiera ser un Fúcar para remediarlos

Sobre los Fugger, Almadén y lo que dijo Don Quijote en la Cueva de Montesinos

La culpa la tuvo Cervantes. Por su aniversario me pareció exótico empezar a releer "El Ingenioso Hidalgo" por marzo, en la tranquilidad del nordeste de Tailandia, y terminarlo en la propia Mancha. Como siempre, Don Quijote me produce momentos de tristeza, por solidaridad con el señor Quijano, y también me arranca de sonrisas a risas perceptibles.

Fuera de la ruta quijotesca, realicé una parada en Almadén, intentando situarme en el lugar emblemático de la familia que reinó económicamente en España, Europa y América, desde que Maximiliano de Habsburgo empezó empeñándose, costumbre seguida por Carlos Emperador. Los Fugger, banqueros, dueños y señores de nuestra hacienda en el más amplio sentido, diversificaron sus avales, introduciéndose en distintos sectores, entre ellos las minas. En España, Guadalcanal, hoy en Sevilla, y Almadén fueron entregadas, para su explotación, a los Fugger para el cobro de los inmensos caudales e intereses que el Emperador y luego su hijo Felipe debían.

Parece que, de la mina de Almadén, salió más de un tercio del mercurio que utilizó la humanidad en su historia, pero la prohibición realizada por la Unión Europea en 2011 fue causa de su cierre, a pesar de que sus yacimientos de cinabrio, ya usados por los romanos para el uso del bermellón, son realmente abundantes. Como el mercurio es un material estratégico, y lo que está prohibida es su venta, hoy compramos mercurio a Estados Unidos y China; en muchos casos, el mismo que vendimos al cierre, a un precio altamente superior.

Entrar en el yacimiento, oír a los exmineros contar la historia, escrita con sangre en las galerías, ver las gotas de mercurio deslizarse por el cinabrio, saber del veneno de sus gases a partir de 36º, pasear por la zona metalúrgica, como si de un cementerio se tratase, acercarse al Hospital San Rafael, el primero de enfermedades laborales, y ver la cárcel de los presos, condenados, vagabundos, gitanos y galeotes de tierra, saber del pasadizo que, sin ver luz, los llevaba de las celdas a la mina y vuelta, es tener tantos sentimientos que son difíciles de transmitir. No sé por qué, especialmente en este sitio, sentí cómo la historia real de la humanidad es algo diferente a la historia sabida, cómo la historia en general está construida sobre montones de cadáveres de congéneres, antecesores nuestros, y que nosotros, que lo contamos, hemos tenido la suerte de haber nacido en otro lugar y en otro tiempo, y que sólo estas casualidades nos hacen privilegiados de la fortuna.

Toda la historia es un inmenso cementerio, donde los gritos de los muertos nos hacen temblar de rabia y tristeza por las vidas de los que sufrieron dolor hasta la insensibilidad, animalidad hasta lo más intrínseco y desesperanza absoluta. Mientras reyes, banqueros e Iglesia bailaban rigodones, se escribía la historia por hitos, sin muertos reales. Los Fugger, que montaron casa en Almadén, para controlar la explotación, pidieron al rey más mano de obra porque los vapores de mercurio terminaban rápido con la vida de los penados. Los reyes y su justicia las entregaron, aunque con la explotación exhaustiva se abandonó el mantenimiento de las dependencias. La verdad es que uno siente temblar el espíritu al hallarse dentro de la mina y sentir y recordar a los Fugger, los hombres más ricos del mundo; la sangre de los mineros y el empobrecimiento de nuestros antepasados. Fueron los muertos de nuestra misma sangre los que arrancaron el cinabrio y luego obtuvieron el mercurio, sobre cuya tecnología se concibieron algunos de los adelantos de la humanidad.

También es cierto que los banqueros, como buenos cristianos, administraron y vendieron las bulas de los Papas, levantaron iglesias, como la de San Blas, en Almagro, y casas sociales en su ciudad, Augsburgo. Los Fugger usureramente esquilmaron la Hacienda española ya que las concesiones en América y España no daban anualmente para mantener los intereses y los préstamos, mientras los reyes de España se endeudaban más, llegando a las dos quiebras de Felipe II, que desprestigiaron nuestra Hacienda e, indirectamente, "empobrecieron" (?) a los Fugger.

Ya, en Almagro, centro del Maestrazgo de la Orden de Calatrava, uno de los primeros concesionarios de las minas, preciosa población medieval y renacentista, me empapé del Festival de Teatro Clásico, del que hacía años no disfrutaba. Del Teatro Municipal, a la antigua Universidad Renacentista, al espacio Miguel Narros, al Hospital de San Juan, al Corral de Comedias, holgándome con "La Celestina", "El Alcalde de Zalamea", "El Lazarillo", las Cervantas y unos cuantos entremeses, picantes y sabrosos. Visita obligada al palacio-almacén de los Fugger, en su versión castellana: Fúcar, también espacio del Festival, que me hizo volver a sentir, en sus muros, la sangre de las minas de Almadén. No soy crítico de teatro, pero debo decir que no todo me gustó y me sorprendió desagradablemente la dirección "moderna" de quienes hicieron desaparecer en la dicción de "El Alcalde de Zalamea" el ritmo del verso, evolución de la poesía juglaresca, alargando frases como si en prosa estuviese escrito. Ni tampoco me agradó el travestismo de José Luis Gómez en Celestina. Y entre tanto teatro, las mañanas para rutas quijotescas, como "treinta o pocos más, desaforados gigantes?" en el Campo de Criptana y hasta comer un día en Herencia, en el Maritornes, como un homenaje a la asturiana cervantina, real moza, ligera de cascos y de buen verbo del Quijote.

Post scriptum.

Hablando de banqueros alemanes y de sus garras al cuello español, inevitable la tentación de pensar en Merkel, con un presente incierto que parece en declive. Mientras el Sur se empobrecía, Alemania no. Pero las bolsas de pobreza en la antigua Alemania Oriental, la conjunción de emigrantes y refugiados y las tensiones internas están haciendo inestable lo que parecía el equilibrio de Europa. ¿Su liderazgo férreo ha dado a luz la gravedad de los populismos? ¿Un nuevo fantasma recorre Europa?

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