Tras las elecciones repetidas, quedó nítido que quien peor lo tenía era el PSOE, que desde que entregó la corona a Pedro Sánchez no ha dejado de pegarse tiros en los pies, tal que ya no le queda dedo sano en que apoyarse. Da la impresión desde hace meses que siglas tan históricas como necesarias se encaminan embaladas y cuesta abajo a un peligroso proceso de autodestrucción. Emparedados entre el PP y Podemos, apretados por torniquete tanto a derecha como a izquierda, a los socialistas sólo les queda elegir la forma de muerte, que en política es quedar reducido a la insignificancia. Les queda, como última voluntad, decidir si a cuchillo o a pistola. Parece que Sánchez ha decidido la fórmula clásica de la cicuta para sellar el suicidio colectivo.
El anuncio sorpresivo de nuevas primarias en el PSOE confirma todas las tesis y tesinas acerca de la huida de Sánchez hacia adelante, que es como ir a ciegas y a ninguna parte, salvo a estrellarse contra un muro que no acepta lamentaciones. El balón reposa en el tejado de los críticos, pero a ver quién es el guapo que se atreve a bajarlo y a disputarle a Pedro el Breve la jugada defensiva.
Celebrar primarias es lo que tiene, que te puede salir elegido el tonto del pueblo a poco que barones y canonjías no se pongan de acuerdo en elegir al candidato más adecuado. De ahí que el PP denigre de esta fórmula populachera de elección: donde esté el dedazo que se quite la votación entre candidatos. Y no les ha ido mal, a la vista de las barbas del vecino puestas a pelar. Ya lo decía mi abuelo el pastor, hombre refranero y de inmensa sabiduría popular: "Muchacho, cuídate de los idiotas, que son tantos que en ocasiones hasta ponen al presidente del Gobierno". Pues eso.
