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Vicente Montes

El partido zombi

El PSOE se enfrenta al momento más crítico de su historia desde la Transición, con una dirección que se resiste pese a saberse ya liquidada

Sea cual sea la solución al enredo en el que se encuentra el PSOE, se habrá convertido en un partido zombi. Los barones, con el respaldo de los históricos del partido, activaron ayer el "botón nuclear", la solución dramática para acabar con Pedro Sánchez que llevaban urdiendo desde hacía meses. La respuesta por parte de la dirección del partido es la de quien no se da por muerto y peleará hasta las últimas consecuencias aun sabiéndose ya cadáver. Y mientras, el partido se sumerge en un periodo de oscuridad e incertidumbre, que incluso podría terminar en los juzgados, en una situación digna de un conflicto de asociación de festejos en guerra interna en cualquier pueblo perdido. Son los efectos de la radiación tras la hecatombe.

Pedro Sánchez y los suyos tienen todo el derecho a resistirse a una ejecución orgánica y los barones debieron haber calculado esa posibilidad. Ahora, el PSOE entra en un periodo de culebrón imprevisible: es probable que incluso los críticos terminen acudiendo a los tribunales para que sean estos los que interpreten los estatutos en el caso de que la dirección del partido se limite a convocar un comité federal sólo para poner fecha a un congreso y no admita una moción de censura. El segundo partido del país se sumerge en las sombras.

Pero lo cierto es que los actuales dirigentes del PSOE actúan con la determinación de quien no tiene nada que perder, y se aferran a la última carta posible de salvación: la respuesta de la militancia. No hay que descartar en los próximos días movimientos para agitar hasta la última agrupación municipal favorable al aún secretario general. El enfrentamiento va camino de recurrir al penoso cuerpo a cuerpo.

De fondo subyacen dos maneras de interpretar al PSOE que no han conseguido una reconciliación orgánica y que tienen un sustrato de conflicto generacional y también de visión del partido. A un lado, los "pedristas" quieren forzar un proceso de maduración que obliga a "matar al padre", a desoír las referencias que suponen los militantes históricos a los que se les presupone una carga de autoridad. Sobre Felipe González se escuchan opiniones por boca de afiliados que parecen propias de otros partidos. Al otro, los barones, mantienen que el partido se debe a otros criterios por razones históricas. ¿Quién en su sano juicio no dimite sabiendo que tiene al menos a la mitad de su organización en contra? ¿Debe el PSOE pasar por el escenario de sangre y bochorno que supone extender a las bases su lucha fratricida?

Los siguientes escenarios en el guión sólo enredarán la batalla entre los que quieren derrocar a Sánchez y los que no admiten la legitimidad de la ejecución. Es muy probable que el Comité de Garantías del PSOE, controlado por los críticos, dictamine la defunción de Pedro Sánchez, pero uno no está muerto hasta que no lo acepte. La ejecutiva seguirá adelante con su criterio, entendiendo que sólo cabe convocar un comité federal para determinar, como único punto del día, la convocatoria de un congreso. Ni siquiera se abrirá la puerta a una posible moción de censura.

No es solo una hipotética abstención para propiciar un gobierno del PP lo que está en juego, sino que todo refleja las consecuencias de una quiebra interna agrandada por la larga sombra de Podemos y la crisis de identidad que padece el que hasta ahora ha sido el referente de la izquierda en España. De esta batalla saldrá un nuevo escenario político en el país. Con o sin el PSOE que hasta ahora conocíamos. Todo depende de cómo el partido sepa atajar la metástasis que cabalga implacable y sobre la que el tiempo se encargará de señalar a culpables.

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