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Corrupción

Mucho se ha hablado en España de la corrupción que, cual mancha de aceite, se extiende por todos los partidos políticos con representación parlamentaria. Un fenómeno que, aunque en absoluto novedoso, parece asolar el panorama político español creando una sensación de fin de ciclo e impulsando a la opinión pública hacia el convencimiento generalizado de la urgente necesidad de una completa catarsis del actual sistema partitocrático. Y aun siendo grave la corrupción política generalizada que sufrimos en nuestro país, esta no deja de ser una vieja conocida contra la cual existen eficaces y comprobados remedios. Remedios que básicamente consisten en desarrollar una adecuada legislación anticorrupción, devolver a la esfera privada muchas actuaciones que actualmente dependen de arbitrarias e interesadas decisiones políticas e impulsar una justicia independiente del poder político. Nada nuevo bajo el sol, ni ningún remedio que no sea de fácil aplicación, siempre y cuando exista voluntad política para ello.

Sin embargo, mucho más preocupante es la generalizada corrupción ideológica que, más que manchar, inunda nuestro actual sistema político. Una corrupción consistente en llevar cualquier cuestión, sea esta de carácter económico, social o moral, al terreno de la Ideología. Y utilizo el termino Ideología, con mayúscula y en singular, y no ideologías, porque en nuestro país, y casi me atrevería a decir que en nuestra civilización, solo existe a día de hoy una ideología política. Una Ideología que admite ligeras variaciones para dar la impresión de multiplicidad, cuando en realidad no son más que ramas de un mismo tronco. Una Ideología que bajo la apariencia de un apaciguamiento basado en lo políticamente correcto, impone inmisericordemente su criterio en todos los aspectos de nuestras vidas. Nada se escapa actualmente al implacable juicio de la única Ideología. Hoy en día cualquier pensamiento, acción o propósito, será juzgado, no a la luz de su veracidad o falsedad, o de su bondad o maldad, sino en función de su grado de adaptación a dicha Ideología. Una Ideología que pretende desterrar de nuestras mentes conceptos tales como la propiedad privada, la libertad de acción, el libre intercambio y el libre pensamiento.

La actual y hegemónica Ideología, no concibe que las personas sean libres, ni que sus transacciones y acuerdos sean voluntarios, ni que la generación de riqueza sea fruto del esfuerzo, ni que nadie tenga derecho al disfrute pleno de sus propios bienes. Valga como ejemplo de todo lo anterior el artículo 128 de nuestra Constitución, el cual dice: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general". Interés general que invariablemente será definido por un poder político.

Una Ideología única que, al igual que la bestia del Apocalipsis, exige que toda acción humana esté supeditada a la sumisión previa a sus preceptos ideológicos: "Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les dé una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca: el nombre de la bestia?". Su nombre político es consenso, su nombre real es liberticidio.

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