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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Curso urgente de oratoria

Dependiendo de quién se manifieste, el debate sobre el estado del municipio refleja la existencia de dos Gijones: el de los mundos de Yupi que dibuja el gobierno local y el apocalíptico cuyo advenimiento próximo anuncia, con aparataje de rayos y centellas, la trompetería de los grupos de la oposición.

Debería estar prohibido por las normas elementales de la retórica política acudir a estos enfrentamientos dialécticos municipales con papeles aprendidos, con discursos precocinados y deficientemente leídos. Discutir sobre la situación municipal no puede convertirse en un concurso floral de monologuistas sino que habría de aspirar a un debate de altura, con intervenciones incisivas e improvisaciones ingeniosas. Es mucho pedir, ciertamente, puesto que el salón de plenos del Ayuntamiento no es la Academia de Platón ni el Liceo de Aristóteles, pero al menos habría que cambiar el modelo y liquidar este tedioso acto insufrible de varias horas de duración que provoca bostezos y aburre a las ovejas.

No se trata de pedir que Moriyón se pronuncie con la eficiencia de un Demóstenes, que Josechu -de los más avezados de la Corporación en el uso de la palabra- alcance la elocuencia de Cánovas o Sagasta, que Mario Suárez se asome si quiera al verbo punzante de Séneca el Viejo, que Aurelio Martín entone el verbo enérgico y apasionado de Gumersindo de Azcárate, o que Mariano Marín, ¡ay, Mariano Marín...!

Se hace preciso eliminar un debate anual y baldío que no sirve para nada. Y emplear esas horas perdidas en un curso urgente de oratoria.

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