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Abogado y exconsejero socialista del Principado

Nuevas elecciones: la solución razonable

La coherencia como paradigma en política

Ningún actor político -tampoco los ciudadanos- deseamos una tercera convocatoria electoral, pero el sistema electoral español, unido a un espectro de representación surgido de las últimas elecciones más complejo que el tradicional, ha hecho inevitable esta nueva cita en las urnas. Si en lugar de un sistema electoral proporcional estuviéramos dotados de un sistema de mayorías o de doble vuelta, como ya tuve ocasión de comentar por este medio, el problema, aquí y ahora, no existiría.

Son muchos los que sostienen que la cita debería evitarse a partir de una abstención del PSOE (Pedro Sánchez) que facilite la formación de un Gobierno del Partido Popular, y quienes esto preconizan lo hacen acudiendo a criterios anudados al supuesto interés nacional, y al coste excesivo y las molestias que una nueva votación implicaría para los ciudadanos. Por lo que atañe al coste y a las incomodidades ciudadanas, no parecen objeciones de entidad como para invalidar una consulta a las urnas que se me antoja imprescindible, y que forma parte de los costes del sistema democrático (por cierto, el menos relevante de los mismos). Sin embargo, el argumento ligado al supuesto superior interés de la nación es de amplio calado y obliga a una reflexión sincera y en profundidad.

Tal parece que este interés superior se identifica con la urgencia en formar Gobierno cuanto antes, y forzoso es concluir la conveniencia del mismo; no obstante, la pregunta es: ¿cualquier tipo de gobierno?, ¿a cualquier precio? ¿Incluso forzando artificiosamente -abstención del PSOE- el papel de representación del pluralismo político que encarnan los partidos? Los partidos políticos tienen asignada una función nuclear en virtud del artículo 6º de la Constitución, cual es el de articular el pluralismo político y servir de cauce a la conformación de la voluntad popular, y la gravísima desafección de los ciudadanos hacia los partidos y los políticos que los gestionan estriba, en gran medida, en el travestismo continuado que protagonizan, entendido este en el sentido de contrastar que, en su ejecutoria, olvidan reiteradamente sus compromisos con sus respectivos votantes para adoptar políticas ininteligibles, ajenas e incluso opuestas al mandato que han recibido.

Desde esta perspectiva, nada podría dañar más al sistema que una posición política del PSOE que avalase un Gobierno del Partido Popular -y particularmente de este Partido Popular-, al tiempo que provocaría un desgarro interno en el propio PSOE que lo situaría definitivamente en la marginalidad e irrelevancia política. La recuperación del crédito que el sistema ha perdido en los últimos años pasa por cerrar la enorme grieta abierta entre ciudadanos y partidos, y esto requiere, entre otras cosas, una identificación plena entre el mandato del votante y la ejecutoria del partido. El interés de la nación debe coincidir con el interés de todos los ciudadanos que la conforman, y los mecanismos de representación política -vía partidos- articulan la agrupación de conjuntos de ciudadanos identificados con unas ideas, intereses y aspiraciones vitales determinadas, diferenciadas, y, en ocasiones, antitéticas, siendo así que la clave del crédito reside en que cada partido sea coherente con su papel, sin desviaciones que desnaturalicen lo esencial.

Pretender, como muchos proponen, una abstención del PSOE que propicie un Gobierno del Partido Popular no forma parte del mandato otorgado por los votantes del PSOE a sus dirigentes, choca frontalmente con cuanto se ha dicho y supondría la quiebra de la confianza y del "contrato" entre el votante y el partido. Esta situación afectaría severamente al futuro del PSOE -como se ha dicho- pero desborda ese ámbito para dañar al conjunto del sistema, y, por añadidura, tampoco resulta una solución que aporte estabilidad en términos de gobernabilidad, toda vez que el gobierno resultante viviría permanentemente a la intemperie, sin que probablemente pudiera llevar a cabo lo esencial de su proyecto político -ni siquiera aprobar los Presupuestos-, por lo que sería más que probable un gobierno con corto recorrido temporal, llamado a convocar, más temprano que tarde, elecciones anticipadas.

Ante este escenario se me antoja que, entre unas elecciones ahora, que con toda seguridad aclararán el panorama -con una mayoría suficiente para gobernar del Partido Popular- propiciando un gobierno estable de futuro, y una situación de permanente interinidad de un gobierno nacido de un pacto -abstención- "contra natura", me inclino decididamente, en función del interés general, por la inevitable cita electoral. Adicionalmente, y atendiendo a los intereses particulares del PSOE, ello le permitiría evitar la lectura de "comparsa" o "cómplice" con las políticas de un Gobierno del Partido Popular, para ejercitar la función de oposición -que es la que en esta etapa histórica debe desempeñar- sin gravámenes de ningún tipo, que, al tiempo, le permitan rehacer su proyecto y sustanciar el profundísimo proceso de revisión interna que debe acometer.

La regeneración del PSOE -espero que sea posible- no pasa por un debate nucleado en torno al "fulanismo", sino por un proceso de cuasi refundación del mismo, en que se aparquen todos los vicios del pasado, se ensanchen los procesos reales de participación ciudadana y se reformule un proyecto político, hoy profundamente agotado y desacreditado, que no encuentra eco en los sectores más dinámicos de la sociedad española (jóvenes y sectores urbanos), habiéndose refugiado, en su imparable caída, en el voto rural y de las personas mayores, que ya, por sí mismos, no son capaces de sostenerle.

Sin embargo, no albergo muchos datos para la esperanza, a tenor del escenario "guerracivilista" en el que está inmerso el PSOE, en una lucha descarnada por el poder, arrinconando a un dirigente -Pedro Sánchez- que al fin y a la postre ha sido elegido democráticamente por los militantes con el único argumento conocido de sus derrotas electorales. Cierto es que ha cosechado sendos resultados negativos, pero no es menos cierto que los llamados "barones" que promueven su renuncia, en la práctica totalidad de los casos, han cosechado en sus correspondientes feudos idénticos resultados negativos sin que hayan realizado la correspondiente autocrítica, y asumido sus responsabilidades. En cualquier caso, la inercia de resultados negativos del PSOE viene de lejos y precede -con mucho- a la ejecutoria de Pedro Sánchez, por lo que la decencia política, y también la inteligencia, obligan a reconducir el debate hacia la reelaboración de proyecto y discurso antes que a escenificar un cruento combate nominalista, desmoralizante, vacuo e innecesario, más allá de las legítimas ambiciones de cada cual.

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