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Xuan Xosé Sánchez Vicente

¡No nos los toquen más!

Si usted entra en la capital en coche por la entrada de la autopista que lleva hacia el centro de Uviéu, padecerá una insólita situación de tensión cuya causa es absolutamente injustificada: Durante cerca de tres kilómetros ha de conducir a una velocidad reducidísima, primero a noventa, a setenta inmediatamente, después a 50, a 30 finalmente. Ni la situación de la vía ni las salidas o entradas o la misma justifican esa reducidísima velocidad obligatoria.

La circulación por ese tramo tiene ciertamente un aspecto cómico. Como si sufriesen un torzón que los obligase a apretarse la barriga, los conductores han de ir contrayendo su pie continuamente y frenando, pues, aún a punta de gas, resulta prácticamente imposible para un coche actual circular a esa velocidad. De ese modo, los conductores van en fila india, procurando no chocar, o, en paralelo, mirándose como si estuviesen vigilándose. Naturalmente, han de circular en velocidades cortas, y con frenazos, provocando mayor consumo de combustible y contaminación. No es extraño, pues, que los radares de la zona hagan una magnífica caza.

Pues bien, ahora el Ayuntamiento quiere torcer aún más el pescuezo a los ciudadanos, ampliando en 1,2 Kilómetros el tramo en que se circula en caravana de llimiagos, lo que tendría repercusiones, asimismo, sobre la salida de la autopista.

No existe razón alguna para obligar a esa conducción ridícula y contaminante, salvo el prejuicio ideológico que eleva a los altares la bicicleta y sataniza al coche. Deberían tener, sin embargo, en cuenta que los ciudadanos van a la capital por muchas razones: administrativas, de trabajo, culturales, de recreo, gastronómicas: todas ellas generan recreo y riqueza. Pero hay más, van en coche en virtud de su necesidad o d su santa voluntad, y nadie tiene el derecho a criticarlo. Menos la Administración que saca de ellos mucho dinero para sus tonterías.

Así que no nos los toquen más, los indicadores.

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