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Cien líneas

Mártires

Los cuatro mártires de Nembra -un sacerdote, dos mineros y un estudiante- serán beatificados hoy, a partir de las once de la mañana, en la Catedral de Oviedo durante una solemne ceremonia. Todo ocurrió en 1936, en la localidad allerana.

El sacerdote Jenaro Fueyo, de 72 años, fue asesinado a palos. Los mineros Segundo Alonso, de 48 años e Isidro Fernández, de 43, fueron degollados simulando la matanza de un cerdo y diciendo que con ellos iban a hacer morcillas para los carcas. Al estudiante Antonio González, de 24 años, le ofrecieron un trato: si blasfemaba salvaría su vida. Se negó en redondo. Le cortaron la lengua y después fue arrojado vivo a un pozo. Nunca se encontró el cadáver.

Los cuatro eran muy piadosos. Pertenecían a la Adoración Nocturna. El móvil es obvio: puro odio a Cristo y sus seguidores.

En las guerras todo se viene abajo dando paso a los peores sentimientos o, para ser más precisos, a la bestia humana. También es cierto que propician hechos verdaderamente heroicos y de un sacrificio y solidaridad como no se ven apenas en tiempos de paz y concordia. En todo caso, el balance es estremecedoramente negativo.

La memoria se pierde en el tiempo. Con frecuencia, solo permanece como resentimiento, pasión tan inútil como lesiva para quien la alimenta y su entorno.

Por el contrario, la historia es necesario avivarla cada día. Somos lo que fueron y serán lo que somos. Es imprescindible conocer nuestro pasado, tan poderosamente presente.

Y hay que perdonar siempre y sin condiciones.

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