La Asturias moderna que conocemos empezó a construirse en 1983, tras las primeras elecciones autonómicas, con un modelo de distribución compensada entre el centro y las alas del gasto, la dotación y las infraestructuras. Esa filosofía cumplió su función durante los primeros años, pero a medida que transcurrió el tiempo nunca fue revisada y acabó devorada por el electoralismo ramplón y las inversiones decorativas. Precisamente la semana pasada, los Oscos (Santa Eulalia, Villanueva y San Martín), un prototipo de entendimiento, unidad municipal y colaboración, festejaron el aniversario de su gran cambio. Los treinta años de un plan integral que modificó su faz. Sin aquel proyecto que trajo prestaciones básicas, abrió la puerta de La Garganta e incentivó talentos dormidos, muy posiblemente hoy hablaríamos de un solar yermo.

Entonces los Oscos eran Las Hurdes asturianas: el ejemplo en la región de atraso y abandono, al igual que el erial extremeño representaba lo mismo para España. En la próxima entrega del premio al "Pueblo Ejemplar" podrán presumir en cambio de aldeas recuperadas y cuidadas, de rutas ideales para el senderismo, de paisajes sorprendentes, de paz infinita para el que anhela sosiego, de gentes hospitalarias y de emprendedores valientes. Algo que sonaba a ciencia ficción hace bien poco, cuando la visita de una caravana de coches con el presidente asturiano y varios consejeros a bordo se convirtió en acontecimiento histórico y la comitiva ni siquiera pudo pernoctar allí porque carecía de alojamientos.

"Asturias, realidad y proyecto" fue el libro de Pedro de Silva, expresidente asturiano, abogado, escritor y columnista de LA NUEVA ESPAÑA, que inspiró aquel revolcón. Lo redactó en realidad como prólogo al programa con el que concurrió a los comicios de 1983, pero adquirió luego forma de pequeño ensayo que enmarcó el modelo de región deseada para el arranque del autogobierno. "Resulta obvio", escribe, "que es social y económicamente imprescindible sostener los complejos industriales y mineros de la zona central, pero hay que empezar a concebir los desarrollos futuros hacia las alas, en las que se localiza la esperanza de que Asturias remonte el vuelo".

La referencia minera carece ya, en pleno siglo XXI, de sentido. Pero esa convivencia espacial entre la conurbación metropolitana y la periferia, entre el país del oso y el del humo, entre la región desolada de los extremos y la acogotada del triángulo interior sigue siendo la esencia irresuelta de nuestros quebraderos. A diferencia del pasado, lo peor es que nadie fija un rumbo. Nadie traza, por la carencia absoluta de imaginación, la hoja de ruta, certera o errónea, para solventar esas pulsiones encontradas que cercenan el desarrollo, obstaculizan la potencialidad de Asturias y retardan su progreso.

Según los estudios de SADEI de renta familiar disponible, los diez ayuntamientos en peor situación siguen siendo en 2012, fecha del último informe, los mismos que en 1980, aunque situados en distinto orden. La mayoría está en el Occidente. Al otro lado, en cabeza de la clasificación, sólo Navia, Ribadesella y Cangas del Narcea, de las alas, figuraban en 1980 entre los 21 municipios de mayor renta, y ahí permanecen. Llanes entró después en el selecto club gracias a una progresión fulgurante del turismo.

Noreña, por el declive de su industria cárnica, y Siero, por un brutal aumento del censo pero no en idéntica proporción de las empresas, cayeron de los puestos de máximo privilegio. Progresan mucho los satélites de los grandes: Llanera, a la sombra de Oviedo; Carreño, a la de Gijón, y Castrillón, a la de Avilés. Todos los concejos mineros crecen en renta y superan a otros más dinámicos. Un espejismo motivado por la concentración de pensiones, no por el vigor de sus economías.

Las desigualdades persisten respecto al Oriente y el Occidente pero también entre las ciudades que integran la metrópoli que absorbe población. Asturias necesita reflexionar nuevamente sobre la vertebración de su territorio para lograr una ordenación racional a la altura de estos tiempos, útil, que facilite la vida a los asturianos, que coordine los recursos y los disponga para el interés público y el bien común evitando su "cantonalización". Los dirigentes dejaron de tomar en serio estas políticas cuando las comarcas y la gente desaparecieron como concepto y objeto de atención, y subvenciones y redes clientelares pasaron a constituir la prioridad.

Debemos entender el reequilibrio como un deber de justicia y un mandato de eficacia, afirmaban los diputados del inicio de la autonomía. La Consejería de Agricultura de entonces disponía de 60.000 euros de presupuesto y con eso acometió la electrificación de las aldeas, para que los ganaderos pudieran usar ordeñadoras, y la construcción de pistas, para acercarlos a los hospitales y las escuelas. La electricidad de hoy, el camino, se llama "banda ancha". Llevar internet de máxima velocidad a todo el Principado, ésa sería una auténtica revolución transformadora que colocaría de mano cualquier rincón en el mundo, listo para competir. La Asturias urbana y la rural son activas. Hace falta sembrarlas, lo primero de ideas valiosas, para que germinen.

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