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Cien líneas

Eventos

Los azules saltaron al pasto media hora antes del partido y fueron recibos con una fea pitada. Como en las gradas apenas había nadie fue más que significativa: liquidacionistas y terceristas siguen con su inútil resentimiento.

Ya avanzado el encuentro, los Symmachiarii -nada mejor en la historia del Real Oviedo, Lángara aparte- desplegaron un hermoso tifo en dos tiempos que decía "Yo no sufro de locura... la disfruto cada domingo". Excelente respuesta.

Buen juego, intensidad, dos goles y todos enajenados de felicidad camino de casa, salvo los que silbaron, que se fueron con el rabo entre las piernas.

La Noche Blanca -en blanco, sin blanca...- ya había cerrado su puertas olvidando, por cierto, los mejores eventos de la ciudad. Quizá por eso limité mi participación a la compra de castañas asadas en la maquinina del tren, dispuesta en la calle Milicias como señal de que el otoño avanza. Dos euros por 15 piezas del Bierzo.

Decía que la programación ludicotemática -vulgo Noche Blanca- dejó fuera a las citas superlativas.

Por ejemplo, la beatificación en la Catedral de los mártires de Nembra.

Tampoco incluyeron el partido del Oviedo Baloncesto, que tiene una estatura media superior al Real Madrid: son la bomba. Ni el citado encuentro del Tartiere. Ni la ópera "Fausto", más física que metafísica. Ni el debate, para ver quién es más machista, entre Clinton y Trump. ¡Ay cuando la casta se mete a divertir al pueblo!

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente "La ciudad nueva", de Koechlin).

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