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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Un tal Fernández

En las redacciones de Madrid -no sé en otras- hay la fea costumbre de referirse a quien no se conoce, y además tiene un apellido común, como "un tal?". Aún están frescos en la memoria titulares sobre "un tal Griñán" o "un tal Martínez (Noval)", para referirse allá en los 90 a los nuevos ministros cuando fueron nombrados por Felipe González. O aquella bienvenida de Arzalluz a "un tal Blázquez", nada menos que el nuevo obispo de Bilbao.

El otro sábado, más parecido a un viernes de Dolores que a un sábado de Gloria, todos se preguntaban quién era ese tal Fernández al que habían elegido para guiar, cual Moisés, a los socialistas españoles en su peligrosa travesía del desierto.

El ágil Joaquín Manso, buen periodista y buen asturiano, salió al quite esa misma noche para iluminar a sus ignorantes compañeros con un perfil calzado en 140 caracteres: "Es sobrino nieto del fundador del SOMA, Manuel Llaneza, e hijo político de Fernández Villa. No será por falta de pedigrí".

Otro periodista asturiano mucho más veterano y con el colmillo mucho más retorcido, Gregorio Morán, escribía el último fin de semana: "Escogieron a Fernández porque no le conocía nadie fuera de la cúpula, y fue el cómplice necesario".

Hombre, lleva cuatro años en el cargo. Ya sabemos que no es Urkullu, ni Puigdemont, ni Núñez Feijóo, ni Susana (Díaz), ni Revilla, ni Cristina Cifuentes, ni siquiera Ximo Puig. Claro, que ellos son muy mediáticos. Vamos, que salen en la televisión y, ya sea por el flequillo o por la melena rubia, la gente los reconoce. Nuestro presidente está entre los desconocidos, como el de Murcia, el de Canarias o el de La Rioja. Por su apodo en Twitter, @javier_asturias, es más reconocible, pero nadie le pone la cara. Fernández, qué le vamos a hacer, no es tan mediático. Aunque quizá deberíamos decir que no lo era.

Resulta que ha caído en gracia en Madrid. En sólo unos días ya se mueve con soltura por los platós, todos los periódicos han publicado extensos perfiles y entrevistas. Lo tenemos hasta en la sopa. Hay quienes admiran su "serenidad" y quienes dicen de él que "es capaz de poner en pie a la militancia con su oratoria apasionada". Hay quienes alaban que "rehúya a los periodistas" y quienes sostienen que "le gusta la cámara". Es "un hallazgo", proclamaba muy gráficamente un periódico digital. De él se dice de todo. Lo uno y lo contrario. Ya es mediático. Si sale de Ferraz, puede que hasta le pidan autógrafos.

Aquí, en la capital, todo son elogios. Raúl del Pozo le llama "el prudente". Jorge Bustos habla de él como "un político revolucionario de izquierdas que coge la realidad por los cuernos". Hasta se le llega a calificar de "referente intelectual y moral", en una escalada de alabanzas sin precedentes. Y no vamos a empañar este momento de gloria con los ecos que llegan desde allí, al otro lado del Negrón, siempre más oscuros y tenebrosos, como el cielo.

Disfrutemos del éxito alcanzado en este machadiano rompeolas de todas las Españas. ¿Dónde teníamos escondido a este presidente? Si lo ocultábamos para que no nos lo robaran, ya es demasiado tarde. Vamos camino de tener un presidente en Asturias que trabaja en Madrid. De hecho, ya ha empezado a haber problemas de agenda, incompatibilidades entre responsabilizarse del Principado y salvar al PSOE. No se puede estar a la vez en calle Ferraz y en la calle Fruela. Los 446 kilómetros más largos del mundo separan las dos calles, y encima no tenemos AVE.

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