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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Las estrellas y los Premios

Bob Dylan y Javier Fernández, en el centro de atención ante la entrega de los "Princesa de Asturias"

Si hay una semana en la que Asturias es el centro del mundo, es ésta. ¿Qué pasa esta semana? El acontecimiento anual por antonomasia: La entrega pasado mañana de los Premios Princesa (antes Príncipe) de Asturias.

Este año los días de calentamiento, que preceden a la ceremonia del Campoamor, se han anticipado. Se viene hablando de los galardones, y mucho, desde el pasado jueves 13 ¿Por qué? Por un fenómeno entre astrológico y astronómico que se produce muy de cuando en cuando, como los eclipses más infrecuentes. Es la coincidencia de los premios asturianos con los Nobel. Ocurrió de forma plena en 1999, cuando Günter Grass fue galardonado en octubre con el Nobel de Literatura tras habérsele concedido en junio el Príncipe de Asturias -y esta precisión no es gratuita- en la misma especialidad.

La muy polémica concesión el pasado jueves del Nobel a Bob Dylan hizo desempolvar de inmediato la concesión al Mr. Tambourine Man de Minnesota -el panderetero, como bien le recordaba el domingo Pepe Monteserín- del "Príncipe de Asturias" en 2007.

Muchos han sido los que han querido equipar la decisión del jurado de Estocolmo la pasada semana con la del jurado de Oviedo hace nueve años. Tuve la gran fortuna de formar parte de aquel jurado que concedió a Dylan el premio. Y hay algo esencial que casi nadie se ha parado a matizar. En Asturias se le dio el premio de las Artes; en Suecia, el de Literatura. Existe una gran diferencia entre las dos categorías. En el palmarés de premiados en esta categoría, el nombre de Dylan no desentona para nada con el de Woody Allen, Norman Foster o Paco de Lucía. En cambio en la relación de los Nobel desentona y mucho.

Nuestro premio no tuvo más polémica que el hecho de que el cantante resultara un borde y se negara a venir a España a recogerlo. De hecho, ya había estado años anteriores entre los finalistas, como también lo había estado Serrat. No recuerdo excesivas discusiones aquellos días de junio; al revés, creo que hubo bastante unanimidad. Dios me libre de desvelar las deliberaciones del jurado, pero ahí está Beatriz Pécker, que de Dylan sabe un rato, para ratificarlo. Ella fue una de las grandes defensoras del cantautor de Duluth junto con el ya fallecido Fernando Argenta.

El gran Graciano García, que aunque muchos piensen lo contrario nunca formó parte del jurado, se llevó un disgusto, por aquello de que "los peores premios son los que no pueden ser entregados", como muy bien recordaba Pilar Rubiera el viernes. Todavía le recuerdo cabizbajo en las sillas bajas del claustro del Reconquista repitiendo una y otra vez: "va a ser muy difícil, va a ser muy difícil, va a ser muy difícil traerlo".

Para rematar la faena, justo un año después, en los meses de junio, el cantante hizo un tour por España: Zaragoza, Pamplona, Vigo, Hoyos del Espino (Ávila), Cuenca, Alicante, Lorca, Jaén, Arganda del Rey (Madrid) y Mérida. Una gira nada menos que por once ciudades, y ninguna de ellas en Asturias. Ojalá en Estocolmo tengan más suerte, aunque parece que la estrella ni les coge el teléfono.

Ya está bien de Dylan. Vayamos a lo importante, que es la entrega de los premios el viernes. Un acto tan relevante que hasta ha condicionado la fecha del decisivo e histórico comité federal del PSOE. Este año, la ceremonia va a ser especial. Todos los ojos estarán pendientes de nuestra nueva estrella, el discreto Javier Fernández. Aunque no lo quiera, va a restar protagonismo hasta a los propios Reyes. No es broma. La noche de otro premio también astronómico, el Planeta, no se hablaba más que de Javier Fernández y de Bob Dylan. Por algo será.

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