Si algo necesita en estos momentos la política española es cordura. Que después de diez meses desde las elecciones del 20-D siga habiendo un Gobierno en funciones y que se desconozca aún si los ciudadanos van a tener que acudir de nuevo a las urnas el 18 de diciembre es una clara muestra de la inutilidad, de la incapacidad de los partidos, de su fracaso para saber plasmar en acuerdos el mandato de los ciudadanos. Que durante todo este tiempo haya habido únicamente encontronazos entre las diversas fuerzas parlamentarias ha llevado a que el aire político sea ya irrespirable.
Lo sucedido ayer en la Universidad Autónoma de Madrid, en donde un grupo de extremistas y alborotadores reventó un acto académico de Felipe González, no deja lugar a dudas de hasta dónde ha llegado el clima de tensión en la vida política española. Lo malo es que no se atisba una pronta solución a tanta crispación, a tanta hostilidad.
¿Realmente la salida a la larga y preocupante crisis política española son unas terceras elecciones? Según una parte de la militancia del PSOE, sí. ¿Pero es que los votantes socialistas (la mayoría) están más cercanos a las tesis de Podemos que a las de los dirigentes del PSOE que propugnan una abstención en la investidura de Rajoy? ¿O es que cuando gobernaron los socialistas no fueron ampliamente respaldados por votantes de centro-izquierda?
Seguro que éstas son algunas de las preguntas que formula el presidente de la gestora socialista, el asturiano Javier Fernández, a los dirigentes de su partido partidarios de Pedro Sánchez (es decir, del no rotundo a Rajoy) cuando se entrevista con ellos. ¿Y si se acaba ya la actual cortísima legislatura, qué? ¿Qué va a pasar después? Más tensión, nuevas agrias disputas dialécticas. Eso seguro.
Javier Fernández ha intentado calmar los ánimos; recuperar la sensatez. No ha atizado más el fuego de la discordia. ¿Habrá llegado a tiempo?
