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Mártires del odio

Recuerdo a los vecinos de Nembra que fueron asesinados en 1936 y perdonaron a sus ejecutores

En esta ocasión, me gustaría pedirles, queridos lectores, unos minutos de reflexión para que, juntos, recordemos uno de esos acontecimientos que jamás deberían volver a ocurrir en nuestra amada España. Hoy se celebra el 80.º aniversario del asesinato de los cuatro mártires de Nembra.

Un poco de historia. El pueblo donde se desarrolla el suceso es Nembra. Una pequeña parroquia del municipio de Aller, bañada por el río Negro. Si bien es cierto que se conmemora el día 21 de octubre, uno de los asesinatos se produce unos días antes, concretamente el 11 de octubre de 1936, cuando, después de cortarle la lengua por negarse a blasfemar y de ser apaleado, es tirado al pozo de una antigua mina en el Alto de San Emiliano el estudiante de Magisterio Antonio González. Diez días más tarde, dieciocho cobardes, 14 hombres y 4 mujeres, después de celebrar una gran cena en la propia iglesia de Nembra, perpetran el asesinato de los otros tres. En primer lugar, el de Segundo Alonso e Isidro Fernández. Dos mineros pertenecientes al Sindicato Minero Católico, con doce y siete hijos, respectivamente. Dos seres humanos cuyo único delito era ser católicos practicantes y miembros de la Adoración Nocturna; se les asesina, como dijeron los verdugos, por "rezadores". Les obligaron a cavar sus propias fosas para luego degollarlos y descuartizarlos. Una vez metidos los restos de Segundo y de Isidro en las fosas, cogen al párroco, Genaro Fueyo, al que habían obligado a presenciar la matanza de sus dos feligreses, y le torturan con un cuchillo para, acto seguido, rematarlo con un tiro en la cabeza.

Después de una gran labor de la Iglesia de España, pero sobre todo de don Ángel Garralda, quien fuera durante muchas décadas párroco de la iglesia de San Nicolás de Avilés, los cuatro mártires de Nembra fueron beatificados el día 8 del presente mes en la catedral de Oviedo por el cardenal Angelo Amato.

Durante la guerra. Es repulsivo escuchar, a raíz de la beatificación de estos cuatro mártires, cómo algunas personas justifican estos asesinatos como acciones que se realizaron en época de guerra. Es verdad que la Guerra Civil había comenzado tres meses antes, pero tratar de disculpar este tipo de barbaries amparándose en que España estaba en guerra sólo puede ser producto de mentes enfermas; una cosa es una acción de guerra y otra un asesinato a sangre fría con premeditación, alevosía, saña y odio hacia unas personas sólo por tener unas determinadas ideas religiosas.

Año de la Misericordia. Recordamos hoy el 80.º aniversario del asesinato de estos mártires, y lo hacemos en un año muy especial, pues es el año de la Misericordia. Un año establecido por el Papa Francisco para el perdón y la reconciliación. Pero estos cuatro sacrificados no necesitaron de ningún año especial para perdonar. Ellos perdonaron antes de morir a sus ejecutores. Es impresionante el testimonio de Segundo e Isidro en cartas dirigidas a sus hijos donde les dicen: "No por eso les debo tener ira, sino al contrario, yo les perdono de corazón y ruego a Dios Nuestro Señor y a la Virgen Santísima les perdonen" y "tenéis que perdonar a todos como yo les perdono de corazón. Se lo dices a tu madre y a tus hermanos".

Este mes, la Iglesia les ha reconocido la prueba de su martirio mediante la beatificación. Pero no les hacía falta. Genaro, Segundo, Isidro y Antonio demostraron ser santos en vida. Unas vidas segadas por el odio, y unas muertes perdonadas por su infinito amor. Una vida, como diría el hoy beato Antonio González, donde aprendieron a sufrir para enseñarnos mejor cómo se debe morir.

Recordatorio. 2016 es el 80.º aniversario de sus asesinatos y es el año de la Misericordia. Y debemos recordarlos, como dijo el cardenal Amato, "no por un sentimiento de venganza, sino porque matados por odio a la fe respondieron a sus asesinos con el perdón". Ellos les perdonaron y nos transmitieron a todos, a través de sus familias, que también les perdonáramos. Y lo hacemos, lo hacemos por ellos y por ser el año del perdón y la reconciliación.

Pero una cosa es perdonar por unos hechos terribles acaecidos hace ochenta años y otra muy distinta que dejemos de luchar para que jamás vuelvan a ocurrir. Y miren ustedes, los enemigos de la libertad y los amigos del odio siempre están al acecho. El fin de semana pasado actuaron contra unos guardias civiles con sus parejas en Alsasua, mañana les puede ocurrir a nuestros hijos en cualquier parte de España. Los que nos quieren imponer su tiranía, muchas veces revestida de promesas populistas o independentistas, no descansan. Es una obligación de la sociedad, pero también de todos nosotros de manera individual, luchar contra ellos para que nunca tengamos que recordar a más mártires. Y si nosotros, los asturianos, tenemos que levantar nuestra Cruz de la Victoria ¡levantémosla! para manifestar lo que el gran símbolo de nuestro querido Principado indica: "Con esta señal se vence a los enemigos". A los enemigos de la paz, de la libertad, de la pacífica convivencia y del progreso.

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