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Actor y director teatral. Ha dirigido la función "Mujeres asesinas" en homenaje a Nuria Espert

El teatro es esperanza

El poder contra el desaliento de un arte que encarna Nuria Espert

Todo está acabado? y, sin embargo, con toda la ilusión perdida me acuesto y me levanto con el más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta.

"Doña Rosita la soltera"

Federico García Lorca

Desde que el teatro se convirtió a finales del siglo XIX en el teatro que todos entendemos y practicamos, un teatro con un valor social y cultural, el verdadero teatro siempre es portador de esperanza. Incluso podríamos decir que la historia del teatro desde Stanislavski hasta nuestros días es la historia de un teatro de la esperanza. Desde el año setenta también en España el verdadero teatro ha sido portador de esperanza. Esperanza que, de pronto, choca con estos tiempos desesperanzados, sombríos, donde el teatro pierde su sentido para convertirse en mero divertimento.

El teatro es portador de esperanza no solo para el espectador, sino también para los que lo hacen. Del teatro salimos esperanzados, como personas, como seres humanos, como especie. El teatro nos llena de esa esperanza sin la que la vida no tiene sentido, convirtiéndose entonces en infravida como la que ahora nos toca vivir. Y aunque asistamos a la más terrible de las tragedias o a la más desternillante de las comedias, el teatro nos llena de esperanza. Una esperanza que no sabemos definir, pero que sentimos en forma de pensamiento, de emoción, en forma de algo que nos dice que otro mundo es posible, que otra relación del hombre con el hombre es posible y necesaria.

Por desgracia ahora vivimos tiempos sin esperanza y, por desgracia también, el teatro cada vez se ha vuelto una especie de juego vacío de sentido y contenido. El teatro ya no porta en su mano la antorcha de la esperanza.

Pero necesitamos la esperanza como motor de nuestras vidas, aunque, por desgracia, la esperanza, para la mayoría de la gente en estos tiempos sombríos, que diría Brecht, quede reducida al fútbol y a la esperanza de que gane el equipo favorito.

¿Y la esperanza que alimenta nuestra alma, nuestra ansia de conocimiento y de placer? Se la llevo los años sombríos que nos está tocando vivir, la crisis, la ausencia de política teatral, el capitalismo, la incultura, el olvido.

Pero, a pesar de esa derrota, la esperanza nos empuja día a día, "como un lobo moribundo" y hace que sigamos haciendo TEATRO (con mayúscula), hace que hayamos llegado hasta aquí, que el desaliento y el cansancio, también la rabia, no hayan destrozado nuestra esperanza en un nuevo teatro, en un nuevo mundo donde el teatro esté presente de otro modo, distinto al que conocemos hasta ahora.

Por eso estas dos funciones que hemos hecho de "Asesinas ejemplares", en homenaje a Nuria Espert, en la antigua cárcel de Oviedo, dan sentido al teatro como trasmisor de esperanza. ¡Cuantas esperanzas se habrán creado y frustrado entre los muros de esa cárcel en casi un siglo de existencia! ¿Cuánta esperanza cubre sus muros, habita en su propio aire?

Bajo la tibia iluminación, en el silencio atento y participativo del público, en su proximidad, en sus miradas, en su inmovilidad, uno sentía que la esperanza estaba allí presente, de la mano de Lorca, Genet o Euripides, de la mano de la Espert. Uno sentía que el teatro tenia sentido que, a pesar de las historias terribles que planteaban las escenas, a pesar de que estas mujeres mataban, real o simbólicamente, por amor, mataban para poder seguir viviendo, al final todos, público y actores, recibíamos un mensaje de esperanza.

Esa especie de ceremonia laica que ha de ser el teatro, se hacia presente en la antigua cárcel, y el público, con su atención extrema, y los interpretes, con el sacrificio de su actuación, transmitían la esperanza que comporta el teatro.

Ante tanto teatro vacío, ante tanta representación sin sentido, la humilde representación de "Asesinas ejemplares" se convertía en un pequeño rito de esperanza.

Por eso tenemos que dar las gracias a la Fundación Princesa de Asturias que nos ha permitido realizar esta ceremonia laica, no solo en homenaje a Nuria Espert, sino en un secreto rito de esperanza que a todos nos ha hecho mejores, público y actores, igual que los premios que concede la Fundación, premios que también están llenos de esperanza. La esperanza del reconocimiento, la esperanza que lucha contra el olvido. Y ese, creo, es también el fin de los premios, como el de la representación en la cárcel de Oviedo, conseguir esa comunión de actores y público, comunión que solo algunas veces se consigue en medio de un silencio lleno de atención, interés y emoción.

La esperanza que había nacido con el gran Stanislavski llegaba hasta nosotros y daba sentido a los premios, a nuestro trabajo y al teatro.

Y, sin embargo, la esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretase sus dientes por última vez.

"Doña Rosita la soltera"

Federico García Lorca

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