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Sol y sombra

Disidencia y demagogia

El PSOE ha decidido abstenerse en la investidura de Rajoy. La disidencia no se conocerá hasta el momento de votar en el Congreso: cuántos diputados están dispuestos a acatar la disciplina y pasar a ejercer la oposición, como el sentido común y los resultados de las urnas han indicado dos veces; cuántos a competir con Podemos en demagogia barata.

El más votado, aunque cueste admitirlo, tiene derecho a gobernar. Quienes avalan la mezquina teoría de que los socialistas ponen el Gobierno en bandeja al Partido Popular se niegan a aceptar algo tan elemental. Después de mucho marear la perdiz, habría qué preguntarles qué otra cosa se podría hacer salvo volver a perder el tiempo y cosechar una derrota todavía más dolorosa en unas terceras elecciones. Es más, hacerse cargo del Gobierno en las actuales circunstancias no supone una bicoca para nadie.

Pero la demagogia no entiende de razones. Es el arma más indecente de la política. Se basa en la manipulación de los hechos: en retorcer la verdad apelando a instintos primarios para conseguir los fines propuestos. Los partidarios contumaces del "no es no" del PSOE le están haciendo el juego a Podemos. No es cierto que los favorables a reordenar el partido desde la oposición -el lugar que en cualquier caso corresponde por el número de escaños- compartan los puntos de vista de Rajoy, simpaticen con él o quieran hacerle un favor.

La tesis del PPSOE que alimentan los del "no es no" agrupados en torno a Pedro Sánchez -que Pablo Iglesias y Errejón se encargan también de difundir para minar el voto socialista- es idéntica a la que Foro, el partido de Cascos, empleó para desprestigiar en Asturias a sus entonces adversarios políticos. La conozco. Pertenece a una misma clase de indigencia intelectual.

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