Si alguien esperaba de Mariano Rajoy un chispazo de sorpresa en su discurso de investidura, se equivocaba. Él mismo se refirió a su gobierno como "previsible", considerándolo un valor al alza en estos tiempos volubles. El aspirante a presidir el gobierno de España ha insistido en resaltar lo que él ya ha dicho, lo que él ha negociado y los objetivos que ha venido marcando desde este largo camino hasta conseguir un gobierno. El mundo gira, pero él se mantiene en sus trece.

Eso sí, admitió la necesidad de un diálogo de altura, más allá de las visiones cortoplacistas de los partidos, a la vez que reclamó estabilidad para lograr una legislatura amplia y exenta de zarandeos permanentes. Y también dio cierto aire a los socialistas al considerar que unas terceras elecciones serían un error y que se abre un tiempo nuevo en el que él mismo está dispuesto a hacer concesiones. Además, les lanzó un reto inmediato: las exigencias de recortes de la Unión Europea.

Rajoy es el hombre que no se mueve, o que aparenta no haberse movido. En su discurso ante el Congreso de los diputados ha insistido en que han sido las circunstancias las que han cambiado para darle la razón, incluido el debate fratricida y sangriento al que se ha sometido al PSOE. Aunque Rajoy ha pasado muy de puntillas por el drama de los socialistas, que es en última instancia el que le ha permitido dar por seguro su renovación como presidente de España, sí ha tratado de ofrecer su lado más dialogante: nueva reunión del "pacto de Toledo" e intento de resucitar la idea de un acuerdo sobre la legislación educativa, lo que podría dar aire a los socialistas en sus reclamaciones y que supone un claro balón de oxígeno al apoyo explícito expresado por Ciudadanos.

Tal vez pueda verse un guiño al presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, en su llamada a negociar un nuevo modelo de financiación autonómica. Fernández lleva meses advirtiendo en Asturias de la relevancia que supone ese nuevo escenario financiero para las comunidades autónomas, así que el anuncio de Rajoy de que convocará a los presidentes autonómicos para analizar el escenario financiero de las autonomías seguramente haya sido del agrado de Fernández.

En definitiva, Rajoy tocó los palos que se esperaban, incluyendo un compromiso para combatir la corrupción que le permite situarse como si la "Gürtel" no fuera con él. Y marcó una clara frontera, dirigida al discurso ambiguo de Podemos: no cabrá ninguna concesión ante las pretensiones separatistas de los independentistas catalanes. Sabía que ahí tiene el apoyo del PSOE que ahora ha logrado los mandos del timón en Ferraz. Hasta esto ha sido bastante previsible.

Las miradas en las bancadas del Congreso de los Diputados estaban en un Pedro Sánchez que no ha despejado la duda de si se abstendrá en la segunda votación, tal y como ha establecido el comité federal de los socialistas. Pero esa ya es otra historia.