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La inestabilidad de un Gobierno sin apoyos

El aspirante abrió la sesión de investidura con un discurso claro, muy medido, bien ordenado y leído correctamente. Como todos los suyos, fue un discurso impecable, el más apropiado para la ocasión. Mariano Rajoy no concretó apenas nada, para no repetir discursos anteriores o bien por la imposibilidad de presentar un programa de gobierno que está condicionado a la relación que finalmente establezca con el PSOE durante la legislatura. Toda su intervención estuvo centrada en reivindicar un gobierno estable, que pueda gobernar con plena capacidad hasta agotar el mandato. Él mismo la resumió en el pasillo de salida del Congreso con la apelación a la responsabilidad y el compromiso que dirigió a los partidos de los que espera disposición a colaborar. A cambio, dio valor a su decisión de gobernar con enormes dificultades, en vez de optar por sacar ventaja de otras elecciones, y ofreció un diálogo abierto dentro de ciertos límites. Con la habilidad de un político experimentado, se sirvió de la insistencia machacona en crear las condiciones que propicien un gobierno eficaz para deslizar la advertencia de que no está dispuesto a gobernar de cualquier manera.

La primera respuesta de los grupos de la oposición, rodeada de una lógica expectación, llegó por boca del portavoz del grupo socialista y fue una enmienda a la totalidad. Censuró sin paliativos al candidato, a quien le negó la confianza y el apoyo. La actitud mostrada por Antonio Hernando indica que psicológicamente sigue anclado en el "no", que ya no es la posición política adoptada por su partido. El énfasis que puso en descalificar a Rajoy no se corresponde con la abstención de los diputados socialistas anunciada para mañana, ni resulta imprescindible para distanciarse alternativamente del PP y de Podemos. Le tocaba una actuación difícil, por no decir imposible, y le salió desafortunada. Su discurso no consiguió transmitir la impresión de que el grupo socialista está preparado para hacer la oposición constructiva que cabe pedir al partido que asume el papel de primer interpelante del partido del gobierno.

Así pues, la sesión de investidura concluirá mañana con una votación que investirá a Rajoy como presidente del Gobierno, pero produce asombro que a día de hoy aún no sepamos si tendrá los apoyos necesarios para gobernar, ni cómo se hará efectivo el voto del grupo socialista. Son los dos factores que determinarán el curso de la legislatura. Un gobierno sin apoyos parlamentarios suficientes, con un frente opositor irreductible, formado por una izquierda dura y varios partidos independentistas, condena a la política nacional a una inestabilidad permanente. El voto de Pedro Sánchez y de sus afines, y el de los diputados socialistas catalanes, permitirá comprobar la profundidad de la hendidura que divide al PSOE. La unidad del grupo parlamentario es la base sobre la que el partido debe volver a la normalidad. Y ambos factores son todavía la principal fuente de incertidumbre en la política española. La crisis institucional sigue abierta. Lo estará mientras no haya un gobierno respaldado por una mayoría parlamentaria sólida y se dirima la lucha por el poder en el seno del PSOE.

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