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Sol y sombra

El gallego que repite

Mariano Rajoy dijo, tras ser reelegido presidente del Gobierno, que intentará hallar en el problema de gobernar en minoría la oportunidad de hacerlo bien. Se mostró dispuesto a dialogar con todos de todo, menos de la unidad de España y del compromiso con la Unión Europea, cuestiones que, según él, no afectan a un gobierno sino al conjunto de los españoles.

Estos dos aspectos que Rajoy considera razonable no entrar en discutir, le parecen sin embargo del todo discutibles a la parte más sediciosa y dispuesta a liarla del Parlamento, por lo que no va a resultar precisamente digestiva la legislatura que nos aguarda. Aunque también es verdad que si hay alguien inasequible al desaliento es el gallego, que repite después de haberse tomado con la suficiente parsimonia los diez meses de bloqueo institucional desde que se impuso por primera vez en las urnas en diciembre del año pasado sin alcanzar la mayoría absoluta.

Rajoy es bastante previsible, un rasgo de su personalidad que además de facilitar las cábalas sobre el próximo gobierno, le ha ayudado también a ser más creíble para los votantes que el resto de sus adversarios que supuestamente traían la novedad a la política y han ido envejeciendo a mayor velocidad que él. Muchos pueden pensar que no es de fiar, y no seré yo quien intente convencerles de lo contrario: siendo así, imagínense lo fiables que resultan los que han quedado por detrás de él en las urnas dos veces sucesivas en tan corto espacio de tiempo.

Con tres mil personas manifestándose airadamente en contra suya delante del Congreso, cualquiera que hubiera aterrizado el sábado en Madrid sin conocer lo que es este país habría pensado que allí se estaba invistiendo a Tirano Banderas y no a un político al que votaron casi ocho millones de españoles.

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