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"Oscar" de Arquitectura Sacra

La gran obra premiada de Rafael Moneo en la iglesia de Iesu, en San Sebastián, conjuga altura, luz y desnudez de manera sugestiva

Costantino Ruggeri fue un fraile franciscano que realizó una importante obra artística sobre todo en Italia, aunque también en Tierra Santa, Burundi, Japón y Croacia. Nacido en Adro (Brescia), en 1925, su vocación religiosa y el voto de obediencia lo condujeron a los conventos de Saiano, primero; Sabbioncello, después; San Antonio de Milán, a continuación, y Santa María de Canepanova, en Pavía, finalmente. En este último erigió el Estudio en el que habría de desarrollar su genio creativo y materializar el grueso de su producción artística. Falleció en 2007, en Merate (Lecco).

De entre la obras de Ruggeri, tal vez la más visitada sea el nuevo templo del santuario romano de la Madonna del Divino Amore, consagrado por Juan Pablo II. De su Estudio han salido también los proyectos para la construcción de Santa Maria della Gioia, en Varese; las iglesias del Tabernáculo y de la Madonna della Provvidenza, en Génova; San Paolo, en Rho; Santo Spirito, en Pavía; San Bernardo, en Roma; San Francisco, en Kayongozi (Burundi), y San Francisco Javier, en Yamaguchi (Japón). Reestructuró iglesias y levantó instalaciones parroquiales, capillas y unos oratorios a los que denominó "cenáculos", pequeños habitáculos en los que pudieran rezar grupos reducidos de personas. Diseñó altares, pilas bautismales, vidrieras, esculturas, benditeras, vinajeras, cálices, candelabros, cruces, viacrucis, ostensorios, píxides, acetres, sagrarios, ambones, bancos, incensarios y casullas.

Un rasgo distintivo en la obra arquitectónica de Ruggeri es la presencia de vitrales con cristal de Murano, combinados con cemento y armados en plomo. La irrupción de la luz a través de vidrieras de colores ha sido, para él, como un sacramental del primer día de la creación, en el que Dios dijo: "Sea la luz", y esa atmósfera que se origina desde la irradiación luminosa de la materia sería, según él, la que habría de conferir trascendencia al espacio para la oración o la celebración. Sin embargo, expertos del Patrimonio balear no dieron su aprobación al efecto de luz que las vidrieras de Ruggeri, encargadas por el cabildo de la catedral de Mallorca, procuraban a la capilla de la Santísima Trinidad, en la que Gaudí había realizado trabajos de reforma a principios del siglo XX.

En 1993, Costantino Ruggeri creó la Fundación "Frate Sole", con el fin de llevar a cabo acciones de sensibilización y promoción de las cualidades artísticas y místicas que lograran hacer, del espacio sagrado, un lugar de elevación espiritual. E instituyó el Premio Internacional de Arquitectura Sacra, que habría de concederse cuatrienalmente al artista que, en un período de diez años, inmediatamente anteriores a la reunión del jurado, hubiese proyectado una obra que contribuyese a realzar la significación de lo sagrado en la arquitectura cristiana contemporánea. Se lo conoce popularmente como el "Oscar" de Arquitectura Sacra.

Hasta el presente, han sido distinguidos con ese premio: el japonés Tadao Ando, el portugués Álvaro Siza, el estadounidense Richard Meier, el británico John Pawson, el chileno Cristián Undurraga y, desde el pasado 4 de octubre, el español Rafael Moneo Vallés, a quien se le concedió el premio por el proyecto y la realización de la iglesia de Iesu en San Sebastián. En la edición de 2016, el segundo y el tercer premio han sido asignados respectivamente a la nueva iglesia de la parroquia de KaDon, en la provincia de Lam Dong (Vietnam), de los arquitectos Thu Huong Thi Vu y Tuan Dung Nguyen, y a la nueva iglesia de la Santísima Trinidad de Leipzig (Alemania), del Estudio de Arquitectura "Schulz und Schulz". Ha merecido una mención especial por parte del jurado la capilla de San Juan Bautista de Tenerife, obra del arquitecto español Alejandro Beautell.

La iglesia de Iesu se halla en San Sebastián, en el barrio de Riberas de Loyola, cerca del meandro del Urumea. Las obras dieron comienzo en el año 2000 y concluyeron en 2011. A Moneo no le gusta que duren más de diez años. Esta casi se atuvo al plazo señalado. Es la sede de la parroquia dedicada al nombre de Jesús, en la que, además del templo, hay despachos, aulas, salón de actos y viviendas para sacerdotes. Se accede por una especie de claustro, en cuyo centro hay un jardín de hortensias y helechos, que conduce al desnudo nártex, en el que unas celosías enormes de madera y con cruces mantienen la dicotómica combinación de apertura y cierre existente en los monasterios medievales. Porque se trata, en realidad, de una ejecución moderna del modelo clásico cisterciense, en el que la altura, la luz y la desnudez, se conjuntan de manera sugestiva.

Una imagen de bronce de la Virgen, del escultor José Ramón Anda, discípulo de Oteiza, recibe al que ingresa en el templo. Como en los monasterios benedictinos franceses. Es de bronce. Hierática. El Niño, de pie, sobre sus rodillas, parece más viejo que la Madre, que está sentada. Si se levantase, mediría 2,20 metros. La planta de la iglesia es una cruz realzada por la que hay en el techo. Esta es una cruz irregular, como nuestro tiempo, y contorneada por la luz que proviene de los vanos que hay sobre ella. La nave está orientada hacia al retablo de Javier Alkain, que, en el presbiterio, es una ventana abierta a la eternidad.

Como abierta está también la ventana que remata el altísimo cubo en el que se encuentra la capilla del Santísimo. Es expresión de la apertura de la parroquia al mundo. En el vitral, una cruz, el sol y dos fases de la luna, se reflejan en el muro de enfrente. Es una representación de la centralidad de la cruz en el cosmos y en el cronos. Y en la capilla de la Reconciliación, con unas puertas colosales, hay un gran ventanal que da al Jardín de la Memoria, un lugar público en el que se mantiene vivo el recuerdo de las víctimas de la violencia, el terrorismo y las guerras.

El párroco, Jesús María Zabaleta, ha estado en la génesis y el desarrollo del proyecto arquitectónico de esta iglesia armoniosa, sobria y luminosa. Hay mucho de él en ella. Ideas alumbradas en horas de lectura, reflexión y observación, nutridas de teología, liturgia y catequesis. Y una tenaz perseverancia en la prosecución del plan, teniendo que ingeniárselas para recabar fondos que permitiesen conducir la empresa a su hermoso final. Gracias a Zabaleta, cuyo ministerio sacerdotal colma de sentido la gran obra realizada por Moneo, aquellos altísimos cubos a orillas del Urumea resplandecen no sólo por su alba fisonomía y por la luz que se derrama en el interior desde las linternas dispuestas en puntos estratégicos del edificio, sino por la vitalidad de una comunidad que se reúne en aquel espacio sagrado para profesar la fe en Jesucristo y celebrar la obra de redención y salvación universal que él mismo continúa realizando en el mundo para gloria de su Nombre.

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