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Kekos

Pongamos que me llamo Sara y que tengo 17 meses.

A veces me dan mucha risa las personas mayores. Creen que lo saben todo sobre los bebés. Si hacemos algo que no entienden, inventan una explicación cualquiera y se quedan tan panchos.

Sin embargo, se descolocan cuando nos ven ir a todas partes acompañados de un objeto del que jamás queremos separarnos.

Lo que más les sorprende es que esos objetos no pertenecen a lo que ellos llaman atractivos juguetes, ni se anuncian en las televisiones, ni se pueden comprar. Pueden ser cualquier cosa: una vieja manta, un suave pañuelo, una pequeña almohadita o un peluche desgastado. Y les sorprende aún más que podamos convertir a esos objetos sin importancia en inseparables compañeros por los que mostramos un gran apego.

¡Ay, si nos los quitan! ¡Qué tristeza nos invade! Sin ellos no queremos ir a dormir, y hasta nos negamos a jugar sin su compañía. Perderlos nos deja desconsolados. ¡Qué disgusto llevamos si unas vacaciones quedan olvidados en casa!

Son únicos. No pueden sustituirse por ningún otro por muy parecido que sea. No nos valen los de otros y es un problema lavarlos porque pierden su singularidad y, además, ¿cómo podemos llenar su vacío mientras tanto?

Bueno ya va siendo hora de contar el misterio de esos objetos sin importancia. Antes de revelar su secreto, les pondré un nombre. Los voy a llamar "kekos", aunque cada cual puede llamarlos como le apetezca. Algunos de mis colegas de la escuela infantil los llaman, por ejemplo, "mumís" y "nanús".

El secreto de un keko es que posee una cualidad extraordinaria y oculta que nos proporciona seguridad, confianza y consuelo; nos acompaña como si fuese la persona que más queremos y nos alivia la tensión y la ansiedad. Todo eso junto. ¿Un objeto que nos da tantos beneficios no merece destacada consideración?

Ya sé que lo que más les preocupa a las personas mayores es hasta cuándo los usaremos. Me gustaría poder hablar para explicarles que los kekos desaparecerán poco a poco. Cuando hayan cumplido su función dejaremos de utilizarlo. Pero estoy segura de que quedarán para siempre confortando nuestra memoria.

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