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¿Qué buscáis?

Con frecuencia vivimos en un perpetuo cuestionamiento, acosados por preguntas desde el exterior sobre nuestros gustos, nuestras convicciones políticas, nuestros proyectos? Salimos a la calle y nos topamos con miles de eslóganes y cuestionamientos del tipo "¿buscas financiación para tus proyectos?" o "¿quieres hacer realidad el hogar de tus sueños?". Son preguntas que nos acosan, nos fatigan y nos causan vacío y malestar, aunque llega un momento en que ya -al menos así me sucede a mí- no hacemos ni caso.

Preguntarse es bueno, cuestionarse es sano, pero la cuestión es -perdonadme la redundancia- qué nos cuestionamos. Es bueno que nos detengamos a escuchar las preguntas más hondas que afloran en nuestro corazón, aquéllas que nacen de nuestro ser más íntimo, de nuestro yo profundo. Estas preguntas son el termómetro de nuestra madurez humana y espiritual, lo que marca la pauta de en qué tesitura estamos viviendo cada uno nuestra vida.

Creo que es bueno escuchar a un Dios que nos interpela desde dentro del corazón y no lanzarnos como locos a buscar respuestas, sino escuchar nuestro interior con receptividad, amando las preguntas y apreciando las respuestas, pues son una revelación sobre nosotros mismos y el rumbo de nuestra vida.

Si alguien arguye que no es creyente para esquivar esta atención al propio interior, yo le respondo con todo cariño y respeto que la interiorización y el escuchar la propia conciencia no es patrimonio exclusivo de los que practicamos una religión, sino de todo ser humano.

Hay una pregunta de Jesús en el Evangelio, que es vital para todos, que sirve para creyentes y no creyentes: "¿Qué buscáis?" (Jn 1, 38). Es una pregunta que Él repite y yo me hago cada día: ¿qué busco hoy? Es una pregunta atemporal, que está por encima del tiempo y define al hombre y a la mujer: somos buscadores innatos de la felicidad y del amor, somos criaturas de búsqueda, de deseos, de anhelos, de preguntas. Si algún día dejamos de buscar es que nos hemos muerto: la búsqueda es a nuestra alma lo que la respiración a nuestro cuerpo.

Las preguntas formuladas desde la conciencia y desde el corazón abierto son trampolines que nos lanzan hacia la vida, hacia la novedad, hacia el bien, hacia el ejercicio y el uso responsable de nuestra libertad y nos alejan de la vida vegetativa, despersonalizada y alienante que es la oferta número uno y aparentemente gratis de la sociedad actual. Digo bien, aparentemente gratis, porque nos dicen que es gratis, pero pagamos el precio más alto: el del borreguismo, el de la pérdida de la libertad, el de no saber ya quiénes somos, de dónde venimos, para qué estamos en este mundo, hacia dónde vamos.

Es bueno que de vez en cuando entremos en nuestro interior y nos planteemos: ¿qué busco yo en mi vida?, ¿cuáles son mis deseos más íntimos?, ¿qué experimento ante el sufrimiento y la muerte?, ¿me rebelo y pataleo y me desespero o tengo la serenidad suficiente para asumir que -antes o después, de una manera u otra- ambas cosas -sufrimiento y muerte- van a llegar a mi vida?, ¿voy preparándome para cuando me visiten o sigo esquivando esta realidad vital de todo ser humano?

¿Veis cómo es bueno preguntarse y cuestionarse? Pero sin angustias ni agobios, con paz, serenamente, sin barrenarse interiormente. ¿Qué buscáis? ¿Qué busco yo? Las preguntas abren puertas y trazan senderos en el corazón, por los que poco a poco hemos de ir paseando nuestra existencia. Esta pregunta que tanto me dice, ¿qué buscáis?, es un empujón a entrar dentro del propio corazón y contemplar nuestros anhelos más profundos e insaciables para seguirlos, no para acallarlos y anestesiarlos. Significa un careo sin camuflajes con lo más grande que portamos en nuestro interior: la sed de trascendencia, la sed de felicidad, de eternidad, de amor auténtico e ilimitado?

Nos guste o no reconocerlo, todos llevamos en nuestro yo más íntimo esa sed honda de Dios que identifica al ser humano. Algunos han pretendido apagarla o mitigarla como han podido, y la pregunta de Jesús es como el interruptor que la reactiva: ¿qué buscáis? Otros intentamos ir respondiendo a las exigencias de esa pregunta: transparencia, veracidad y generosidad y valentía para seguir aquellos caminos que este cuestionamiento va abriendo.

Sé que no es fácil, pero me atrevo a pediros, queridos lectores creyentes y no creyentes, que os toméis un tiempo y os sentéis cara a cara con esta pregunta: ¿qué buscáis en la vida? Abrirá senderos insospechados en vuestro corazón y encenderá sed de infinitud, de plenitud, de lo que no se acaba? No tengáis miedo: os prometo que otro día os cuento dónde se puede saciar esa sed.

Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.

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