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Opiniones de un nómada

Camboya (I)

Una visita a Somaly Mam, errado premio "Príncipe" de Asturias de Cooperación

Coincidimos con alegría en el avión, logramos cambio de asiento e hicimos juntos el viaje. Era un México-España. Creo recordar que Isabel Muñoz venía de El Salvador de hacer sus impactantes fotografías de los Maras y yo de una invitación de quince días en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que contaré otro día. Recordamos la exposición que hice a Isabel en el Revillagigedo, porque Isabel es la máxima representante de la fotografía artística española y entre las más importantes del mundo. Su concepción estética, lenguaje visual y especialmente su mensaje transcendental es algo sorprendente. Me dijo que quería ir a Camboya para fotografiar a las niñas del proyecto AFESIP de Somaly Mam. Surgió la idea de acompañarla unos días, viendo su trabajo y la AFESIP, para hacer un texto para sus fotografías. Después de unos meses, fijó el viaje para vernos en Phnom Penh. Por aquel entonces, yo estaría en Tailandia, cerca de Laos, dudando si volar Bangkok-Phnom Penh o ir en autobús, cruzando la frontera en Poipet, centro de casinos, prostitución, droga y tráfico humano, utilizado por camboyanos y tailandeses y por mafias de varios países. Yo tenía interés en conocer Poipet, porque conocía contactos para mostrármelo con detalle, pero, valorando mis condiciones físicas, opté por el avión, dejando Poipet para otra vez. Isabel, su equipo y yo nos alojamos en el Meng Goldiana, un clásico de corresponsales extranjeros durante la guerra del Vietnam, que aún conserva ese espíritu entre bohemio, trotamundos y cultural.

Al día siguiente de llegar, fuimos a la central de la AFESIP, en el número 1 de la Rue 323, donde, además de sus oficinas, había un albergue para niñas rescatadas, que trabajaban usando máquinas de coser y telares, entendiéndose como formación profesional. Me sorprendió la seguridad, estando en el centro de Phnom Penh, muros altos y alambradas de concertina, cámaras en cada esquina, y en el interior bastantes hombres de seguridad. Pregunté por qué, y me explicaron que las niñas venían de prostíbulos, dirigidos por mafias, que no aceptaban perder sus esclavas e intentarían recuperarlas por la fuerza. Mi segunda sorpresa fue que en una larga conversación de Isabel con Somaly, planteando la agenda de trabajo fotográfica, sentados en una terraza, donde había varios retratos de ella con personalidades del mundo y varios con la Reina de España y el Príncipe, Somaly sugería colaboraciones económicas, no sé si monetarias, pero sí en especies, con un duro carácter negociador, sin valorar la importancia del esfuerzo de Isabel, de trasladar allí su equipo y tomar testimonio para transmitir al mundo la labor de la AFESIP. Así pues, fuimos al Mercado Ruso, donde se encuentra de todo y cuyo nombre se debe a los muchos asesores rusos que hubo en Camboya. Isabel pagó alimentos, telas, etcétera. No todas las mercancías se cargaron en las camionetas para las casas de acogida, sino también en los coches particulares de Somaly y sus guardaespaldas. Al día siguiente, salimos para una aldea, no lejana de Phnom Penh, donde había otra casa de niñas trabajadoras. Cuando llegamos, por caminos infernales, las niñas estaban aseadas o aseándose, limpias de ropas viejas y caritas de cielo. Destacaba Somaly, controlando todo e instruyendo a las niñas. El equipo de Isabel montó las telas de fondo, paraguas de luz y las cámaras. Isabel fue hablando y fotografiando a niñas, bajo la atenta mirada de Somaly. Cansado de observar, después de unas horas, discretamente, bajé de la casa y paseé por la aldea. De la casa salieron dos personas en bicicleta siguiéndome a pocos metros. Cuando volví a la casa, seguido por los ciclistas fornidos, me dijeron que se preocuparon por mí y mandaron a los de seguridad para defenderme de posibles mafiosos. Me extrañó que en las casas no vi niñas felices ni tranquilas, pero lo justifiqué por los sufrimientos relatados por Somaly: violaciones, torturas, sadismo, intentos de asesinato. Sólo me parecieron sumisas y trabajadoras.

Luego me enteré de las dudas, vox populi, sobre la historia de Somaly violada y esclava, según su relato y posterior libro "El silencio de la inocencia" y de su filantropía. Se decía que vivía lujosamente en una mansión, con su entonces marido el francés Pierre Legros, poseyendo coches y barcos. También se hablaba de tierras adquiridas por Siem Reap y de que no todas las donaciones llegaban a su destino. Todos afirmaban del excelente marketing del matrimonio, que preparaba una nueva fundación sobre el tráfico humano y campañas para encaminarse al premio Nobel.

Aquellos días en Phnom Penh conocí a Nicolás Laínez, un jovencísimo antropólogo español formado en La Sorbona, que me habló seriamente de las mismas sospechas. Nico, que llevaba años estudiando la prostitución y trata humana de las mafias vietnamitas en Camboya, me llevó a ver en vivo la realidad y recorrimos varias noches el peligro de la prostitución, esclavitud, droga y violencia en ciertos barrios de Phnom Penh, pero eso será otra historia.

Pasado el tiempo, ya en España, y Somaly divorciada, "The Cambodia Daily" y luego "Newsweek" descubrían la falsa historia explicando que todo había una invención interpretada y bien utilizada. Su mismo exmarido contó cómo la conoció, como prostituta de lujo, ejerciendo voluntariamente. Periódicos españoles recogieron las noticias y se preguntaban si la Fundación Príncipe de Asturias le retiraría el premio, pero ésta optó por el silencio y el dejar pasar, a mi modo de ver muy erradamente.

Post scriptum

Copio de Wikipedia: "La peste es una enfermedad infectocontagiosa que afecta tanto a animales como a humanos, causada por la bacteria Yersinia pestis. Se considera una de las zoonosis reconocidas más antiguas y de las más agresivas y potencialmente letales enfermedades bacterianas. La peste a lo largo de la historia se ha erigido como una enfermedad paradigmática en cuanto a su capacidad de diseminación en una determinada población". Y yo que creía que en España la bacteria se llamaba corruptionem pestis, de la que visto lo visto no se salva ni el más pintao.

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