Pablo: "El nuevo libro sobre Harry Potter no lo ha escrito J. K. Rowling, sino un señor llamado Jack Thorne, que aparece pequeñito en la portada por debajo de las grandes letras de la escritora, que sólo ha tenido 'la idea'. Y no es una novela: es una obra de teatro. Aun así, miles de personas hicieron cola para comprarlo. Como los que se mueren por comprar el último teléfono inteligente aunque sea prácticamente igual que el anterior modelo del año pasado. Pero yo no lo llamaría timo, como hacen algunos. Los que se abalanzan sobre el simulacro de Potter saben bien lo que hacen y el contenido posiblemente les dé igual a muchos. Hay que tenerlo, y ya. En moda existen las fashion victims y en el terreno cultural hay ese tipo de devociones descontroladas que obedecen a registros irracionales, que son reacciones compulsivas y, claro está, inmaduras. Igual que esos aficionados a su equipo (que no al fútbol, maticemos) que se gastan un dineral para ver un partido de rivalidad en el que habrá mucho ambiente y mucha tensión, pero en el que la calidad brilla por su ausencia. Ese clientelismo que tan bien domina la industria del espectáculo (y que tanto benefició a 'Star wars' o 'Juego de tronos') se extiende por todas partes. ¿Qué es toda esta película de la política española en la que se mezclan géneros (drama, farsa, guerra, suspense, terror) sino un perfecto ejemplo de la degradación ética y estética en la que nos hemos acostumbrado a vivir, donde la opinión y los argumentos ceden el paso al exabrupto y el corta y pega de las redes sociales, donde la descalificación gratuita, el insulto barriobajero o la calumnia pedestre expulsan cualquier intento de debate inteligente y diálogo constructivo? Lo peligroso no es el mercado, lo que es tóxico es que ese mercado esté puesto al servicio de ideas caducadas, de planteamientos podridos, de actitudes intolerantes y excluyentes".
