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Ni Arcadia ni nada

Ves lo que ha pasado con la victoria de Trump y te sorprende tanta sorpresa. Parecería a primera vista que Europa mira a América como quien retiene en su seno las virtudes de la Arcadia feliz. No ha sido infrecuente que, aunque sea con el mazo dando, se hayan sucedido protestas sobre el deterioro del diálogo político, la influencia de la telebasura en los modos de dialogar en ámbitos muy diversos, las ventajas del lenguaje más emocional sobre aquel que invita a reflexionar antes de meter según qué papeleta en una urna. Si todo lo que se ha venido denunciando es cierto, lo lógico es que el candidato más primitivo guste a una sociedad que contempla los modales primitivos con naturalidad. Cuestión de vientos y tempestades. Hablando con una amiga hace poco, le dije que John Kennedy tendría duro ganar las elecciones hoy día. Demasiado estilo. Demasiada elegancia East Coast. Lo tuvo duro en su día frente a un tal Richard Nixon, por cierto. El Partido Demócrata ha ido tratando de reproducir un candidato con silueta política elegante que recuerda unos modales patricios; el propio Obama triunfó con una imagen que supo mantener a lo largo de su mandato. Comparada con él, Clinton no era una candidata de mucho fuste. Clinton es inferior a Obama en capacidad de comunicación, en reflejos políticos. Trump habla como ya hemos oído que habla; esa forma de expresarse la puedes oír quizás entre los gritos de un bar. Lo relevante es que, en el bar, se entiende que hay permiso para saltarse de manera informal unos baremos de decoro que sí esperas ver en las instituciones. Ahora ya no. Ahora la falta de decoro se legitima detrás de un micrófono ocupado por un candidato; ese es el retroceso, ese es el gran cambio. La falta de decoro se legitima porque así hablan muchos (¿los más?) y así será más fácil ganarse su voto. Trump ha apostado por saltarse el decoro esperando que eso le sea rentable. De entrada, ha sido así. La conclusión es obvia: el decoro afecta al bienestar de la comunidad y debe ser respetado.

Los Estados Unidos y Europa se miran con una mezcla de simpatía y recelo. En Europa, felizmente, no hay la misma filosofía respecto al manejo de las armas que en el país que ha votado por Trump. Pero la violencia sí ha triunfado como fuente de entretenimiento; eso es un atraso. Europa se construye sobre el recuerdo difuminado de la postguerra; a medida que ese recuerdo queda más lejos, parece que se debilita la capacidad para ponerse de acuerdo y hablar de cosas importantes sin decir sandeces- sin saltarse el decoro. Obama se convertirá pronto en un icono de una época. Sic transit.

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