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Diputado del PSOE

El Fidel que conocí

Un viaje a La Habana como presidente asturiano

Hace, este mes, 22 años que viajé por primera vez a La Habana. Lo hice como presidente de Asturias para inaugurar la actual y espléndida sede de la Federación de Asociaciones Asturianas en Prado 309, esquina Virtudes, La Habana Vieja.

Hasta ese momento la colonia asturiana en Cuba tenía que reunirse en un local situado en un piso al que no podían acceder muchos nuestros compatriotas. Por razones de edad, sobre todo. Por eso impulsé una negociación con el gobierno cubano para solventar el problema. Acabó con éxito gracias, sobre todo a José Ramón Fernández, Vicepresidente entonces del Consejo de Ministros, quién a pesar de ser conocido en su país como el Gallego Fernández, su ascendencia y querencia es asturiana. Concretamente de Morcín.

Y además, todo ello, me permitió conocer al Comandante Fidel Castro. Fidel, en la distancia, era una personalidad carismática para los españoles que, desde la izquierda, estuvimos en la Transición. Ese carisma se multiplicaba en la distancia corta.

Seguramente por ello, mantengo muy vivos en la retina varios momentos de nuestros encuentros a lo largo de aquella visita. En la reunión de trabajo que ambos tuvimos, acompañados de miembros de nuestros respectivos gobiernos y parlamentos, demostró ser un buen conocedor de la realidad asturiana del momento. Preguntó por qué se cerraban minas en las que aún quedaba carbón, se interesó por el sistema de prejubilaciones para mineros y siderúrgicos y habló mucho de la ganadería de vacuno. Sobre esta última quedó impresionado de los conocimientos que de ella tenia Santiago Alonso, entonces Consejero del ramo, por lo que, medio en serio, medio en broma me pidió permiso para ficharlo como asesor para este tema.

Volvimos a encontrarnos en una cena, de varias horas, en el Palacio de la Revolución. Me trasladó su diseño de evolución para Cuba, para la que había un elemento básico: superar el bloqueo norteamericano e iniciar la transición económica en la isla en el momento que coincidieran el segundo mandato de Clinton con la segunda Presidencia europea de Felipe González. El primero se dio, pero la segunda no. De esa cena salió también el operativo para que le trajeran unas raciones de la fabada que al día siguiente ofrecíamos a los socios del Centro asturiano. La fabada asturiana era uno de sus manjares preferidos.

Lo vi por última vez, en ese viaje, en la embajada española en La Habana. Una de las escasas ocasiones que la visitó. Nuestra delegación diplomática ofreció una recepción con motivo de mi visita y acudió a ella para sorpresa de nuestros diplomáticos, ya que no era lo que habitualmente solía hacer.

Posteriormente, mantuvimos contacto e incluso en alguna ocasión me envió mensajes por personas cercanas a él cuando venían a Asturias. Uno de ellos por Gabriel García Márquez, con ocasión de una entrega de Premios Príncipe de Asturias.

Esta mañana, tras escuchar la noticia de su fallecimiento, encontré en testimonios radiofónicos, de universitarios cubanos y personas de su misma generación, los aspectos que dejarán huella de su legado. Todos reconocían la necesidad de mejoras económicas imprescindibles, pero al tiempo demandaban que las mismas mantuviera los valores de igualdad, solidaridad (sanitaria y educativa) y respeto a la cultura y deporte que los cubanos de hoy consideran ya irrenunciables.

Quedará para siempre como parte de nuestra historia personal y colectiva.

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