Pedro Sánchez tiene pensado reemprender su cruzada en Asturias, el lugar donde una diputada elucubró la majadería del golpe de Estado, algo que no tiene patas en las que sostenerse pero que sin embargo acabó siendo una tesis para militantes indocumentados que han hecho de la teoría un eslogan. En Asturias, la patria de Javier Fernández, quiere Pedro Sánchez repetir su nuevo mantra de que el tiempo de la Gestora se ha acabado. La Gestora, a su vez, pide que congele el suyo, de manera que esto se ha convertido en una guerra de desgaste que no sabemos cómo puede acabar.

De momento entre Susana Díaz, la reina del Sur, y Javier "el nuestro" han conseguido cortocircuitar a Iceta y están a punto de lograrlo con la vasca Idoia Media, así que a Sánchez le van a quedar cuatro madrileños, dos murcianos y un par de mallorquines para su reconquista del socialismo. Pero Sánchez tiene tan poco talento para la política como empecinamiento para seguir aspirando a ella. Es el rey de la osadía. Ha salido y quiere volver por la puerta grande con el apoyo de los militantes. No contempla otro análisis que el del regreso. Cree que el partido le ha tratado injustamente mientras que éste se apoya en los datos electorales para decir que el maltratado ha sido él con los peores resultados desde 1933, como sostiene el diputado Eduardo Madina.

Madina era preferido en Asturias cuando Pedro Sánchez fue elegido secretario general, una de las decisiones funestas que el PSOE no ha dejado de pagar. Ahora la opinión se divide entre los que creen que el aprendiz de brujo e increíble hombre menguante puede buscarle las cosquillas al aparato y entre los que sostienen que no hay retorno para el que se va.

Otra opción es ser comparsa de Errejón o mindundi de Pablo Iglesias.