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Conversión de Ortega y Gasset

La revelación de que el filósofo murió besando un crucifijo

El periódico "El País", al que hay que otorgarle autoridad en todo lo relacionado con Ortega y Gasset y su familia (Ortega Spottorno fue fundador y presidente de honor de ese diario), publica que el filósofo "murió besando un crucifijo" y por tanto reconciliado con una Iglesia Católica a la que había dedicado punzantes criticas. El testimonio de esa conversión "in articulo mortis" lo recoge Carmen Castro, hija del historiador Américo Castro y esposa del filósofo Xabier de Zubiri (discípulo favorito de Ortega, por cierto), en una carta dirigida a un sacerdote capuchino. La carta fue rescatada del olvido por la Asociación de Antiguos Alumnos del ya desaparecido Colegio Lecaroz, una institución ubicada en el valle navarro del Baztán entre 1888 y 2004 y que gozó de merecida fama por el rigor de sus métodos de enseñanza. Según Carmen Castro, escritora y catedrática de Lengua y Literatura, el filósofo "murió dentro de la Iglesia y besó por dos veces un Cristo llevando a él los labios desde la mano que lo sostenía". Luego el cura que supuestamente lo confesó le dio la absolución papal.

Desconozco si estas revelaciones sobre los últimos momentos en la vida de Ortega y Gasset modificarán en algo la perspectiva que ya teníamos sobre la vida y la obra del filósofo. Al fin y al cabo, las creencias religiosas, tanto si se reafirman como si se cambian a las puertas de la muerte, son un asunto de estricta intimidad que solo a los interesados concierne. En vida, Ortega fue un hombre de volátiles opiniones políticas. Contribuyó a traer la República, luego abominó de ella, y por ultimo se acomodó al franquismo. El escritor catalán Josep Pla nos dejó un mordaz retrato de esa faceta suya en su libro "Madrid, el advenimiento de la República". Cuenta Pla que un día "en una de las mejores casas del País Vasco se encontraron el entonces rey Alfonso XIII y el filósofo. Una vez presentados, el exrey preguntó a Ortega qué disciplina profesaba en la universidad. 'Metafísica', señor, contestó con una reverencia el autor de 'España invertebrada'. Eso debe de ser muy complicado, dijo el exrey con una sonrisa y una 'nonchalance' francesa, borbónica y madrileña. A Ortega la respuesta le pareció intolerable y desde ese momento se convirtió en un republicano furibundo".

Y parecida opinión tiene el periodista, también catalán, Agustín Calvet, más conocido por el seudónimo de Gaziel. En su libro "Meditaciones en el desierto" recoge su impresión sobre una conferencia de Ortega en un aula presidida por un gran retrato de Franco allá por diciembre de 1948. "Ortega -como casi todos los retóricos- me parece un interesantísimo monstruo de soberbia, un vanidoso fenomenal. Es el más ilustre exponente de la vieja generación de intelectuales que asiste a la muerte de toda libertad en las tierras de España. Y nuestra gran tragedia es que la mayoría de ellos lo hace no solo sometida, sino además envilecida". Estas conversiones al borde de la sepultura tienen un limitado valor polémico. También se dijo de la Pasionaria.

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