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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Qué será de la playa

En Gijón nos llega el agua al cuello desde que el pasado mes conocimos el contenido de un estudio realizado por un instituto universitario de Cantabria, según el cual en el año 2100 habrá desaparecido la playa de San Lorenzo a causa del cambio climático.

Sería una tragedia, un horror de consecuencia incalculable. ¿Se imaginan el oleaje mojándole la sotana, en plenos oficios religiosos, al bueno de Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro? ¿Tendría que oficiar las misas desde elevado púlpito, como hacían antaño los oradores religiosos de legendaria prédica? ¿Se imaginan a su vez los fogones de la Begoñina inundados, colándosele la sal marina en las enormes potas donde cuecen callos y otros guisos?

Ya les digo: un drama, una desdicha, una calamidad sin precedentes. Llevamos años encargando estudios, análisis y otras zarandajas sobre si falta arena en la playa de Gijón, si se la llevó El Musel a las simas de la ampliación portuaria o se fueron, con las mareas, al mar céltico de Cornualles. Y resulta que para nada: euros que escaparon por el sumidero. ¿De qué sirve que la playa de San Lorenzo esté más estudiada que los córneres del Cholo Simeone si va a desaparecer de aquí a ochenta años?

Si existe un asunto acerca del cual a los gijoneses no les cuesta trabajo mojarse es aquél que concierne al arenal de San Lorenzo. Como al santo mártir del mismo nombre al que asaron en una parrilla, a cualquier ciudadano que se precie el mínimo contratiempo o adversidad que afecte a la playa le provoca una dolorosa quemazón. De ahí la popularidad ancestral en esta ciudad del mítico Tostaderu.

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