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Fernando Granda

Caleao

Un aplauso a la idea de atraer a teletrabajadores que hagan de pastores a tiempo parcial

Disfruté bastante en Caleao cuando era poco más que un guaje. Un verano de hace ya unas cuantas décadas estuve unos días allí, en un campamento que organizaba una parroquia avilesina. Creo que era del barrio de Llaranes. Estaba a la orilla del río y en él lo pasamos muy bien un centenar de chavales de entre diez y quince años. Al menos ese es mi recuerdo. Iba de subjefe de la expedición un primo mayor y al enterarse de que había una plaza vacante solicitó a la parroquia cubrirla conmigo, aunque yo vivía en La Felguera, lejos de la feligresía de Avilés. La expedición fue una aventura desde el principio ya que viajamos hasta el campamento en la plataforma descubierta superior de un viejo autobús que hacía el recorrido entre árboles, montes y el río.

Recuerdo los días en aquella majada montañera, en una docena de elementales tiendas de campaña, al lado de un Nalón recién nacido, con excursiones por senderos entre bosques y con noches de fuegos y canciones solidarios. Y tardes de baño en las frías aguas de manantial y de rudimentaria pesca de truchas con el único aparejo de un tenedor. Naturaleza pura.

Caleao puede haber cambiado, crecido, haber alterado la tranquilidad de una aldea rural de mediados del siglo XX. Quizá tenga poco que ver con el Caleao de aquellos días de acampada que disfrutamos un centenar de muchachos. Pero supongo que sigue siendo el pueblo tranquilo que desea tener vida y progreso, dar aliento a unos vecinos en estos tiempos de abandono de los núcleos rurales. Leo en LA NUEVA ESPAÑA que "Caleao busca atraer a teletrabajadores que hagan de pastores a tiempo parcial". La iniciativa, que lleva bastante tiempo en estudio por parte de expertos y paisanos de la localidad del concejo de Caso, intenta que montes de este entorno rural pasen a formar parte de una red de pueblos de diversas comunidades que mantienen reservas de antiguos herbívoros salvajes autóctonos y en cuya gestión participasen jóvenes locales y trabajadores a distancia.

"La idea es captar población y favorecer el desarrollo del tejido económico rural", señalaba el naturalista Benigno Varillas, el promotor, quien añadía que la modalidad ya funciona en el sevillano Aznalcázar, el cacereño Piornal y en San Cebrián de Mudá, en Palencia, donde existen reservas de antiguos animales que poblaron España y que hoy están en peligro de extinción. Hablamos del bisonte europeo, del uro, la vaca sayaguesa de Zamora, de caballos de razas como el tarpán, el pottoka, el asturcón o el przenwalski. Y hablamos de las atractivas reservas que se van creando en esas localidades y otras como Malpartida de Plasencia, en el Parque Natural de Monfragüe, en los campos aledaños a las investigaciones de Atapuerca, en Burgos, etc.

Benigno Varillas, cuya labor de divulgador naturalista ha recibido tan notables galardones como el Nacional de Medio Ambiente, del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (1989), el Ford a la Conservación (1996), el FONDENA otorgado por el Rey de España (2007), el BBVA a la Difusión del Conocimiento y Sensibilización en Conservación de la Biodiversidad (2007), todos de reconocido prestigio internacional, es el principal motor de esta reserva del bisonte europeo en Caleao. "Es un modelo que está funcionando en otras partes del mundo", dice Varillas, para quien el proyecto permitirá crear "comunidad y tejido social" y enriquecer el clúster turístico de Redes, el queso Casín, la pesca y la artesanía maderera. Asturiano del Mes, otorgado por este diario en noviembre de 2007, este periodista nacido en Tudela-Veguín ha convivido con los massai en Tanzania, con indígenas namibios, organizado reservas naturales en varias comunidades y dirigido cursos y publicaciones especializados en conducta y naturaleza de numerosas especies animales. Éxito asegurado.

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