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Vicepresidente de Geotrupes, biólogo e investigador

Angulas de lujo

Hay una película de Marlon Brando y Matthew Broderick, "El novato", en la que se cuenta la historia de un club de lujo cuyos miembros pagaban un millón de dólares por comerse los últimos ejemplares de especies en peligro de extinción. Aquí cada otoño tenemos nuestra propia versión asturiana. Este año se ha pagado casi un millón de pesetas por poco más de un kilo de las primeras angulas de la temporada.

Las angulas son los juveniles de la anguila, una especie catalogada como "en peligro crítico de extinción" en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Los científicos del Consejo Internacional para la Explotación del Mar alertan de que la pesca de esta especie no es sostenible y recomiendan que se reduzca al máximo la mortalidad causada por las actividades humanas. Entre estas causas se encuentran la contaminación, la construcción de presas y, desde luego, la pesca comercial y deportiva. Parece obvio que, si no queremos que la anguila se extinga, habrá que dejar de pescarlas.

El ciclo migratorio de esta especie hace que su gestión sea compleja. Para reproducirse, los adultos viajan desde los ríos europeos hasta el mar de Los Sargazos. Los juveniles nacen en el mar y emprenden un viaje de casi dos años hasta las costas, adonde llegan como angulas, entran en los ríos y allí pasan la mayor parte de su vida hasta que emigran al mar, donde se convierten en adultos y depositan sus huevos. A diferencia de los salmones, que vuelven al río donde nacieron, las angulas que llegan a nuestras costas pueden proceder de adultos de cualquier río europeo. Es decir, de poco sirven las acciones locales; si los ingleses dejan de pescar anguilas pero en España matamos todas las que podemos, la especie se verá afectada negativamente en toda Europa. Es otro caso de la llamada "tragedia de los comunes"; cuando un recurso es compartido por muchos usuarios, sólo una gestión coordinada evita que cada cual aumente su nivel de explotación porque el coste de esta sobreexplotación es compartido. El resultado suele ser la ruina de todos, en este caso la extinción de la especie.

Basta echarle una mirada a los datos históricos de capturas en Asturias para darse cuenta de que estamos ante un caso de sobrepesca. En 1977 se pescaron 60 toneladas de angulas sólo en el Nalón. Desde entonces las cifras han ido cayendo y el año pasado se pescaron 3 toneladas en toda Asturias. Sería simplista concluir que nos las hemos comido todas, pero no hay duda de que la pesca tiene su parte de responsabilidad. En cualquier caso, es urgente cambiar la manera en que gestionamos esta especie.

La gestión en Asturias está siendo, cuando menos, contradictoria. Por una parte, la Dirección General de Recursos Naturales de la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales prohíbe la pesca de anguilas en los ríos. La veda apenas ha sido contestada, posiblemente porque se trata de una especie sin la importancia de otras como el salmón o la trucha. Mientras tanto, la Dirección General de Pesca Marítima que pertenece a la misma Consejería, autoriza la pesca y comercialización de las crías de esta especie. En realidad, sólo se regula el número de licencias, los días y horas de actividad de los pescadores, pero no se limitan las capturas. Por increíble que parezca, no hay un cupo, se permite pescar todas las angulas que se pueda.

En algunos ríos se han puesto en práctica medidas diferentes. Por ejemplo, desde 2013 existe un plan experimental para la gestión de la pesca de la angula en la ría de Tinamayor, en colaboración con el Gobierno de Cantabria. El plan limita el número de licencias y sólo permite la pesca a pie. Al año siguiente, la consejera de Desarrollo Rural y Recursos Naturales se felicitaba por un aumento de las ventas de angula en Bustio. Pensará ella que, digan lo que digan las instituciones internacionales y los científicos, cuantas más pesquemos, mejor.

La falta de fundamento de la gestión en Asturias es todavía más alarmante. En 2011, el Gobierno del Principado de Asturias destinó un millón de euros como subvención para una microempresa de Grado que proyectaba construir una piscifactoría para cría y engorde de anguilas. La idea parece descabellada, no sólo por el montante de la subvención, sino también porque la acuicultura de esta especie se basa en capturar angulas y alimentarlas hasta que se convierten en anguilas. Científicos de medio mundo han intentado que las anguilas produzcan huevos en cautividad, pero hasta ahora nadie lo ha conseguido, no es posible cerrar el ciclo biológico. Es decir, la producción depende de un aporte continuo de angulas, carísimas, para producir anguilas, que a nadie parecen importarle demasiado en Asturias.

Pero en el colmo del despropósito, Alberto Vizcaíno, director general de Pesca del Principado, se enorgullecía hace unos días de haberle "colado" a Europa un plan de gestión que permite seguir pescando inmaduros, es decir, angulas. Y añadía que ya no se pescan en otras comunidades autónomas, que lo que tenemos en Asturias es un lujo. Pues sí, un lujo como el de los millonarios de la película.

Mientras tanto la especie sigue al borde de la extinción. Todo apunta a que seguiremos pescándolas, celebrando cuánto se llega a pagar por un kilo y comiéndonoslas al ajillo (legalmente, eso sí) hasta que no quede ninguna. Luego diremos que qué pena y le echaremos la culpa al cambio climático, a los ecologistas o a lo que sea.

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