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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El trabajador silencioso

Hay futbolistas que pasan por los equipos de puntillas, aunque acaben asentándose en un club durante años, sin que su presencia apenas se note. No hacen ruido, no son dados a los aspavientos de la demagogia y cumplen sin rechistar la encomienda del entrenador cuando les toca saltar al césped aun cuando hayan estado durante semanas condenados al ostracismo. Es el caso de Carlos Carmona Bonet, un tipo muy honrado que cada temporada amenaza con parecer intrascendente, pero que siempre acaba acaparando relevancia cuando vienen mal dadas. De no entrar en los planes ni en las rotaciones, Carmona, cumplidor como esos oficinistas eficientes que despachan sin descanso el papeleo, ha pasado del olvido de la grada o el fondo de armario del banquillo a imprescindible, como la vitamina revitalizadora del enfermo.

Ayer, ante Osasuna, el mallorquín, quien ya dio cuenta en el Bernabéu de su buen estado de forma, cumplió con sobresaliente en el partido más importante de lo que va de temporada. Abrió la cuenta de cabeza y la cerró con una picadita de muchos quilates, para tapar la boca a quienes le tachan de tosco. Rompiendo su norma de invisibilidad, se permitió una celebración ostentosa: saltó la valla publicitaria para festejar con la afición, agitó la camiseta a la altura del pecho y dibujó después un corazón con sus manos.

Puede que no se note, pero no habría que olvidar que Carmona es leyenda viva del Sporting, el jugador que anotó el gol más tempranero de la historia del club a los 14 segundos y 68 centésimas. Antes o después, el reloj de la Liga siempre marca su hora.

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