La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuando Mozart ya no mole

El presidente de la gestora del PSOE ha lamentado que España carezca de una ética de condena al fraude, la evasión o la economía sumergida. Y también que haya falta de acuerdo respecto a la estructura territorial del Estado. Son palabras bien dichas, pero de mal remedio. ¿Cuánta gente conoces que se queja de chapuzas que ha padecido de trabajos mal hechos y mal cobrados? ¿Cuánta gente conoces que está de acuerdo en que la picaresca determina una forma de ser, que esa forma de ser es de aquí y que no tiene pinta de cambiar? ¿Cuánto tiempo hace que España tiene problemas de orden territorial? ¿Mucho? Bueno, pues ya está. España tiene problemas viejos y en democracia, se entiende que gobernantes y gobernados van juntos. Vale decir, que costará trabajo solucionar ciertas cosas. Ahora que es tiempo de conmemorar una Constitución que posibilita un puente- mérito añadido- a lo mejor conviene sacar un poco de pecho. Algo sí se hizo bien. Una Constitución es una partitura; pudiera ser que unos músicos quieran cambiarla no porque suene mal o esté pasada de moda, sino porque ellos ensayan poco y tocan regulín. Pudiera ser que esos músicos tocan peor que los de antes porque en el cole les permitieron esforzarse mucho menos que sus hermanos mayores y llega el día temible en que bueno, en fin, se acepta por mayoría que Mozart es un coñazo y que, para música, la de Telecinco. Eso es lo que pasa en política: hay que prestar atención a los gustos de la gente y, si una parte de esos gustos resulta alarmante, estudiar cómo se forjó. Algo parecido sucede con las leyes educativas; los gobiernos las ponen en la calle, pero luego la gente las moldea a su manera. La gente las gestiona. Un país abierto, cosmopolita y democrático, dice que es España el presidente de la gestora del PSOE. Suena tan bien que apena discrepar. La democracia se vigoriza todos los días con el riego de políticas que consigan ennoblecer el ágora y no deteriorarla. ¿Cómo habla la peña en reuniones vecinales, en asambleas de entidades diversas, en centros de enseñanza? ¿Con cuánto respeto se escucha al que discrepa, con cuánto decoro se cuida el lenguaje? ¿Con cuánta verdulería se toman decisiones a fuerza de gritar mejor que los demás? Ahora que Internet es tan poderosa, ¿no hay manera de fisgar un poco cómo están los patios de los vecinos y sacar conclusiones? Ha habido una pedagogía tan torpe que no se ha sabido apartar a la crisis del derroche y la ostentación (Zapatero se propuso combatirla: una audacia) Las palabras bien dichas sirven de poco si no van encaminadas a mejorar la realidad. País cosmopolita. En fin.

Compartir el artículo

stats