Vaya por delante que el Estado de Israel puede no ser modelo de respeto de los derechos humanos de sus vecinos; que su monolitismo étnico y la gestión de una complicada situación geopolítica no lo convierten en ejemplo de democracia al modo que entendemos en Europa. Sí es país modélico y envidiable, sin embargo, en capacidad de emprendimiento, con más de 500 nuevas start-ups tecnológicas cada año, una elevada natalidad y un alto porcentaje de población y del PIB dedicado a la investigación, el desarrollo y la innovación. De manera que los propalestinos están en su derecho de demonizar a Israel, pero el resto debemos reconocer que se trata de una nación muy joven de la que hay mucho que aprender. De hecho los judíos fueron, a la fuerza, pioneros de la globalización...
Una sorprendente decisión, hace unos meses, del Pleno de Gijón, aprobando medidas de "apartheid" contra el Estado israelí, junto con la reciente decisión de la Federación Española de Fútbol de elegir esta misma ciudad como sede de un partido entre las selecciones de ambos países, ha destapado la caja de los truenos. Hasta el punto que no sorprendería que el encuentro deportivo acabe celebrándose en otra ciudad, para evitar enfrentamientos. Si se mantiene la sede gijonesa, lo seguro es que habrá que disponer fuertes medidas de seguridad.
Si se llegase a la suspensión, los ciudadanos de a pie de esta ciudad que llevamos años aguardando la llegada de la Roja en partido oficial, se lo deberemos a los cafres que han comenzado a caldear el ambiente con declaraciones exaltadas. Y también a la reciente manía municipal de cierta izquierda boba de convertir el Ayuntamiento en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
