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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Con Iriarte, contra Montoro

Lo que implica no poder pagar en efectivo más de mil euros

El Gobierno acaba de decretar que nadie podrá pagar en efectivo más de mil euros. Ello quiere decir que el Gobierno ha dado un paso más para confiscarle su dinero. Repito: para confiscarle su dinero, esto es, para apropiarse del fruto de su trabajo.

La decisión supone, en primer lugar, que usted tiene que tener una cuenta abierta en un banco. Y que debe disponer de una tarjeta de crédito para pagar o de una cuenta en internet para realizar transferencias. Una cuestión evidente: ¿Las personas con cierta edad o las de poca formación podrán arreglarse fácilmente con esos medios? ¿No se les crea un problema de bulto? Y, en segundo lugar, ¿por qué inevitablemente ha de menguarse el capital de uno pagando al banco por tener una tarjeta o por realizar una transferencia? ¿Por qué esa imposición a favor de los bancos?

Pero todo ello son, si quieren, cuestiones menores. La cuestión de fondo es conceptual: el dinero es un bien físico nuestro, no sólo unos números, tenemos tanto derecho a manejarlo y disponer su ubicación como lo tenemos sobre cualquier otro bien físico. Un bien físico, reiteremos, que es generalmente el fruto de nuestro trabajo y ahorro.

Pero las cosas van más allá. El Gobierno ha confiscado su dinero y limitado el uso de esa propiedad. Ahora imagine alguna situación que puede producirse y verá cómo su dinero ya no es suyo. Por ejemplo, un corralito: usted no podrá disponer de sus bienes, como no ocurriría si su peculio estuviera en casa. Otra posibilidad: salimos del euro (que se preconizó en lo más difícil de la crisis y hay quien lo propone para el futuro -y quien lo vota-) o se establece un euro de dos valores. En cualquiera de los dos casos, lo que a usted le devuelvan será notablemente inferior a lo depositado.

¿Más? Sí, más. Vean lo que decía en LA NUEVA ESPAÑA Rafael Nagel, economista, exdirectivo de Deutsche Bank y escritor: "La banca quiere acabar con el efectivo para cobrarle intereses al ahorrador". ¿Qué les parece? Y mediten bien estas palabras del ministro Luis de Guindos: "España no coincide con Alemania en asuntos importantes: queremos un fondo de garantía de depósitos común cuanto antes". ¿Un fondo de garantía de depósitos común? ¿Pero no están ya garantizados? Pues a no ser que sea usted de los del eructo de "rescatamos la banca pero no a las personas", como los de Podemos y el Papa Francisco por la G. de Dios, preocúpese un poco.

El beaterío biempensante y muchas de las víctimas del asalto aplauden la medida como un instrumento adecuado contra la evasión fiscal. Sería inaceptable aunque así fuera, pero, en todo caso, miren ustedes alrededor y verán dónde están las grandes bolsas de fraude: futbolistas, antiguos directores de bancos, políticos? La medida pretende meter en el copo pescardos, no peces grandes, ni siquiera sardinas. Es decir, va por usted, que tiene 10.000, 30.000 euros en el banco. Y, desde otro punto de vista, hay muchas medidas para disminuir la economía sumergida. Que, por ejemplo, desgraven por los pagos con facturas (¿a que usted conoce muchos campos donde nunca le entregan la factura?) y verán cómo afluyen las operaciones opacas.

Por cierto, este entusiasmo del beaterío y de algunas de las víctimas me trae a la memoria aquella fábula de Iriarte, la que comienza con aquel "Un oso con que la vida, ganaba un piamontés, la no muy bien aprendida, danza ensayaba a dos pies", y que sigue con el juicio positivo que hace de ella quien no entiende y negativo quien es perito, y concluye con este epifonema: "Si el sabio no aprueba, malo; si el necio aplaude, peor". De ahí el título, que preferí a este otro, que parodiaba a Proudhon: "La propiedad es el robo (del Gobierno y el Parlamento)".

PS. Me preguntarán ustedes que qué hago yo al respecto. Pues miren estuve a punto de sacar todos mis ahorros en el primer semestre de 2012, cuando parecían inminentes -y lo aconsejaban sesudos economistas- la intervención del país, la salida del euro o el corralito (o "las tres cosas a un tramo", como las acciones del indeseable asturiano prototípico del refranero castellano). Ahora los tengo en el banco, seguramente por imbécil. Pero prefiero ser imbécil por mi cuenta y riesgo (y nunca mejor dicho) que no que me hagan serlo por decreto de Gobierno y Parlamento, con el aplauso del beaterío biempensante, además.

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