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Navidades blancas

Durante las Navidades los recuerdos se agolpan como la lluvia de estrellas en una noche despejada. En los pueblos no había cabalgatas, en las ciudades pocas, pero había sueños; muchos sueños; soñábamos cada vez que veíamos un cometa, soñábamos con el oriente lejano, con los Magos que habían llevado, en su día, el Oro, el Incienso y la Mirra al recién nacido en Belén, y que desde entonces nos visitaban todos los años con una aureola de ilusión y fantasía; no teníamos ni idea qué era esto, pero sonaba muy bien, sonaba a "las Mil y una noches ".

En los pueblos nunca habíamos visto un camello más que en los dibujos de las enciclopedias de Dalmau Carles o en los cromos de las chocolatinas, pero nos eran tremendamente familiares. En los atardeceres de luna llena, cuando las montañas se recortan con la luz cenital del horizonte, veíamos las siluetas de las caravanas que ya se acercaban, ahora ya no traían los presentes al recién nacido, sino regalos y juguetes para los niños buenos.

En las fechas navideñas, las temperaturas eran, con frecuencia, bajo cero, había nieve y sobre esta caía la helada y sobre esta volvería a nevar. En casa te advertían que no pasases debajo de los aleros, porque podría caerte una avalancha o un carámbano de hielo, que alcanzaba el medio metro; aquellos si eran inviernos, e iban precedidos de los otoños que a su vez hacían de adaptación de la naturaleza, entre el caluroso verano y el letargo invernal, al igual que la explosiva primavera era el despertar de la flora y la fauna, tras una estación inerte, de frío, reposo y letargo..

Todo eran sueños y fantasías llenos de ilusión, era la recreación de un cuento mágico de tsariega, en donde el andar de los aldeanos, con sus madreñas ferradas de clavos, a la salida del chigre en la noche, te recreaban las pisadas de esos camellos, que no habíamos visto nunca, al igual que con las cáscaras de coco se simulan las pisadas de los caballos. El ambiente era recóndito y familiar, todo el pueblo era una gran grupo solidario, que en muchos casos trataba de olvidar nuestra reciente tragedia de la guerra civil.

No había televisiones, ni móviles, ni tablets, ni consolas, ni telefonía por hilo, la tecnología apenas si pasaba del "ábaco" con lo cual la recreación de la imagen la tenemos que complementar con nuestra imaginación acompañada por la música o el relato de la radio o la galena y los reyes magos se orientaban por la estrella de Oriente. De pronto llegan los catálogos de Galerías Preciados que venían a complementarnos el escaparate del pueblo en donde, pegábamos la nariz, para contemplar el carro de madera con unas vacas de cartón, la peonza, la muñeca de cara de porcelana, o barco de cuerda; el catálogo nos descubría otros horizontes, allí veía un traje de torero que era toda mi ilusión, pero que nunca me llegó, porque los reyes no recibían mi carta a tiempo, o porque, ya entonces, eran antitaurinos? luego llegaba el camión y las zapatillas nuevas y todos contentos.

Los tiempos han cambiado, hace años que ya no hay inviernos. Las Navidades ya no son blancas, ya no soñamos al lado de la tsariega, la chimenea o la estufa; en realidad ya no soñamos ante nada, la imaginación se aparca y acudimos a la información televisiva y digital. Lo dijo Picasso, cuando Neil Armstrong puso el pie en la luna, contestando a un periodista que le preguntaban por la hazaña: han acabado con mi sueño lunar. Ahora, es muy posible que hayan acabado también con nuestros sueños de la Estrella de Oriente, cuando la sonda Rosetta se estrella contra el cometa, haciendo que los Reyes Magos sean guiados por el GPS. Por eso los Magos andan perdidos por nuestro mundo cultural, en medio de un bosque de abetos en los centros comerciales, con renos y unos simpáticos gordinflones vestidos de rojo y blanco, que vienen del Polo Norte, cantando "Jingle Bells", y con San Nicolás que va de España, en vez de "Los peces en el río...". No, las Navidades ya no son lo que eran; se han acabado los sueños, ahora todo es consumo y, a ser posible, acabaremos con las cabalgatas ilusionantes de los Reyes Magos.

Pero también hay unas navidades negras, las de los niños bajo el fuego, el frío, el hambre y la tortura de la guerra, bajo las cuales el pobre es más pobre, y el rico más opulento.

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