La sentencia del TC alemán que niega a Baviera la posibilidad de celebrar un referéndum de independencia habrá sido acogida con regocijo por quienes defienden que una eventual secesión de Cataluña debería ser decidida por todos los españoles. Sobre todo, porque Alemania pasa por ser el paradigma del federalismo en Europa. Y también porque su unidad nacional es, junto a la de Italia, la más tardía entre los grandes estados europeos. Y, aún más, porque, puestos a citar derechos históricos, Alemania es un batiburrillo que aglutina desde Baviera a amplias porciones de Prusia o la Liga Hanseática. Claro que, bien mirado, la sentencia habrá alborozado igualmente a los secesionistas. No sólo porque les confirma que no hay salvación en el sanedrín de la ortodoxia. También porque el texto basa su rechazo en calificar a Alemania de Estado nación. Mientras que la Carta Magna de 1978 reconoce, ay, que España está integrada por nacionalidades y regiones.
