Parece que, a la vista de sus dirigentes, el Sporting no se encuentra a las puertas de la uci, sino simplemente reclinado sobre el diván de Ricardo Serrés, el "coach" que va a transmitir pensamientos positivos a una plantilla a la que parece que se le ha colgado de la camisola un cuervo.
No hace falta ser psicólogo deportivo para entender que, instalado en el furgón de cola, los aficionados no tuviéramos claro que el equipo va mal de cabeza, y no sólo los centrales. De cabeza y de pies. Y si me apuran últimamente hasta peca de manos blandas, como las que el domingo exhibió Cuéllar, para perplejidad del respetable, con dos dejadas que eran una invitación al dos fijo en la quiniela. Tal vez el portero rojiblanco debería probar a esconder una herradura en el guante, como los boxeadores tramposos de los tebeos de antaño.
Corría el mes de marzo del pasado año y el Sporting acababa de perder con el Málaga y encadenaba una serie peligrosa de derrotas y una dinámica de agujero negro. El grupo se puso en manos de Serrés y fue mano de santo: hincó la rodilla en El Molinón el Atlético de Simeone y de ahí al final, con el "coach" ejercitando la fontanería neuronal de los futbolistas, 15 puntos de los 27 en juego y permanencia asegurada.
El psicólogo se encerró ayer durante dos horas con los jugadores, de manera que ya tenemos trabajando al primer fichaje del mercado de invierno. Dijo Churchill que el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. Estamos de acuerdo, pero conviene no entusiasmarse con la persistencia en el fracaso, no vayamos a ir de cabeza a Segunda, cantando.
