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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Abelardo no era Ferguson

Los dirigentes futboleros suelen comportarse como el César en el circo romano. Si la plebe se altera y barruntan desórdenes públicos, bajan el pulgar sin miramientos y ofrecen a la grada la cabeza del entrenador, que acaba siendo el malo de nueve de cada diez películas deportivas (al Décimo, el que se salva y se jubila en el puesto, lo hacen "sir" y se apellida Ferguson). Así es el fútbol: pan y circo.

No es el caso del Sporting, o no al menos esta vez, ya que fue Abelardo quien, desfondado, decidió apearse del carro, después de aguantar carros y carretas. Su gesto sirvió para tapar la boca a quienes aseguraban que no se iría, que aguardaría a que lo echaran para cobrar íntegra la soldada de su contrato plurianual.

Nadie, por tanto, dentro del club había señalado al entrenador con el dedo acusador como el máximo responsable de los males del equipo, si bien Abelardo cumple la mayor culpa de no haber sabido frenar la sangría y revertir una infección que amenaza gangrena. Parte del pueblo había pedido desde la grada ya el pasado domingo la cabeza del entrenador y él mismo la ofreció ayer por la tarde en sacrificio, como un Bautista de calva reluciente. No hizo falta que Javier Fernández tuviera que ejercer, entre siete velos, de enigmática Salomé.

Hoy es el día de los topicazos: que si es más fácil echar al entrenador que a siete jugadores, o a quien trajo a trece; que si siempre se rompe la cuerda por el lado más débil... Abelardo ya es historia rojiblanca. Realmente ya lo era, y legendaria, si bien los últimos meses han empañado una hoja de servicios casi inmaculada. Abelardo, por desgracia, no era Ferguson.

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