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Escurrir el bulto

Desentenderte sin que lo parezca requiere un poco de entrenamiento, pero si estás creando una marca trendy de tu persona merece la pena incorporarlo al repertorio de habilidades sociales.

Se trata, en esencia, de hacer una rutina del aplazamiento "sine die". Para ello, es imprescindible permitir que las cosas rueden solas estirando fechas y alargando decisiones hasta conseguir que se coloquen por sí mismas. Esta práctica no produce quemaduras y te deja la reputación prácticamente intacta. Como mucho puedes salir con algún rasguño de inoperancia, pero superarás con holgura la fecha de caducidad de responsabilidades, estén o no profesionalizadas.

Dicen que los personajes tibios, esos que nunca tienen prisa por nada, son más duraderos porque nunca van al choque, como los futbolistas de porcelana. Es difícil encontrar a uno calcinado después de un fuego devastador en el bosque. Eso sí, se sabe que son habilidosos sorbiendo y soplando, siendo a la vez bomberos y pirómanos.

Para la mayoría de nosotros es más difícil afrontar un problema que eludirlo, aunque hay personas que optan por ponerlo entre hielo por si en un futuro se resuelve sin desgaste de imagen ni riesgos innecesarios. Siempre me llamaron la atención los ciudadanos que expresan su confianza en la criogenización para ser reanimados en el futuro. Eso sí que es pensar a largo plazo. Supongo que hay que tener desarrollado el gen de la perdurabilidad o el de la trascendencia, vaya usted a saber. Yo, desde luego, no le encontraría ninguna gracia a despertarme dentro de un siglo para vivir sin mis seres queridos, convertido en un personaje anacrónico. Aunque llevara implícito un pacto biológico con la ciencia.

Aceptar lo inevitable, a lo mejor, es un acto de sabiduría y lo de matar a la muerte puede que sea una obcecación. Muchas de las tensiones que padecemos cotidianamente son por falta de tolerancia a situaciones que nos vienen impuestas y que somos incapaces de asumir. Si negativo es gestionar personas y tareas jugando con el tiempo de los demás, peor es aún no saber aceptar un no por respuesta.

Una cosa es pelear por mejorar y crecer y otra no saber identificar lo inexorable. En ocasiones resistimos como nunca para ganar como siempre; otras, simplemente, cedemos haciendo concesiones inimaginables para poder llegar a la meta.

Lo ideal sería detectar ese instante en el que tienes que dejar de hacer lo posible para conseguir lo imposible. Sucede que, mirando alrededor y ayudados por la inmediatez tecnológica, vemos tantas cuestiones pendientes de solución que pareciera pertenecemos a una sociedad ávida de información pero dominada por la indecisión. Ideas a la espera de un plan, iniciativas que comienzan pero nunca acaban, siempre en curso, en "veremos", ? necesitadas de un sello de urgencia.

Solo en un planeta cansado y conformista los refugiados se ahogan en el mar y los que no mueren, somos incapaces de saber qué hacer con ellos. Un mundo egoísta, sin respuestas claras a los temas candentes, como el amenazante invierno demográfico. Cuestiones esenciales de futuro incierto: el cambio climático o el veneno social de la violencia machista. Carpetas abiertas que esperan agendas valientes, reuniones generosas y resoluciones impostergables.

El progreso de la humanidad es evidente, al igual que la complejidad de los frentes abiertos, pero la crónica cotidiana, que tan bien se extiende a través de las redes sociales con frases cortas y buenos propósitos, demanda agitar remedios de verdad y no solo espacios de colores.

Nunca estuvimos tan conectados como ahora pero entre este trepidante intercambio de datos, paradójicamente, la realidad se vuelve aún más esquiva. Y esta entropía informativa alcanza incluso a la moral colectiva. Porque hoy el bulto se escurre como siempre... pero se rentabiliza como nunca. La capacidad transformadora es la que paga los intereses.

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