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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Urbanismo futbolístico

Imagínense que el Sporting hubiera derrotado el sábado al Atlético de Madrid, que Gameiro no hubiera preparado el estropicio triple de cinco minutos memorables y que Carlos Castro, como la temporada anterior, viniendo del banquillo, hubiera sellado en rojiblanco, con una de sus ratonerías de nueve insólito, otra victoria histórica ante un grande de la clasificación.

La afición entonaría, con seguridad, cánticos favorables a Rubi, quien, en su comparecencia posterior al partido, alertaría de la obligación de no lanzar las campanas al vuelo. Después de ponerle collar al cuello de la euforia, añadiría que la plantilla está descompensada; que cada error, por pequeño que sea, penaliza gravemente al equipo y que para evitar los rigores del fondo de la tabla habrá que dar, hasta el final de la campaña, un once sobre diez. Imagínense que las palabras del entrenador, que cualquier aficionado suscribiría como ciertas y evidentes, crearan enorme malestar en la planta noble de Mareo, tal que en un ataque primitivo de ira la directiva decidiera su destitución, apoyándose en la manida frase justificativa: "Había que cambiar al entrenador".

Cualquier persona medianamente inteligente entendería que la destitución del entrenador se habría producido por la osadía del técnico de cantar a sus jefes las verdades del barquero, por alertar de lo que se les vendría encima de perseverar en el error. Sirva este preámbulo para explicar, en símil futbolístico, la reciente "decapitación" del jefe del área de Urbanismo del Ayuntamiento de Gijón, por atreverse a señalar en un informe la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre el plan general de urbanismo.

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