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Gente chula y machirula

El reproche de la podemista Irene Montero a un diputado del PP

Quizá sin proponérselo, la vicetodo de Podemos Irene Montero acaba de popularizar el término "machirulo" que la Academia -lenta y algo misógina- no reconoce aún. Como tal reputó la parlamentaria a un diputado del PP que se había enzarzado con su jefe, Pablo Iglesias, en un cruce de desafíos verbales y gestuales para ver quién era más valiente de los dos. La de más redaños era ella, por supuesto. El machirulo viene a ser una mezcla de macho y chulo que resumiría, a juicio de Montero, la actitud un tanto tabernaria del diputado que, según las crónicas, retó a Iglesias en términos de "¿Quieres que vaya o qué?".

Nada hay de particular en estos lances. El Parlamento, que es la casa del pueblo, adquiere a menudo ambiente de tasca con olor a vinazo y malos modos. En el Congreso de Taiwan son frecuentes las peleas a puñetazo sucio. Las imágenes de las trifulcas en ese escenario, con abundancia de patadas y contusos, se han convertido ya en un clásico recurrente en todas las televisiones.

No tan extremoso, el Congreso español ha ofrecido históricamente buenos niveles de bronca, por más que las partes intervinientes no llegasen a las manos. Famosa fue, por ejemplo, la respuesta de José María Gil Robles al diputado que le reprochó el uso de calzoncillos de seda en un torpe intento de zaherir su virilidad. "No sabía que su señora fuese tan indiscreta", replicó impertérrito el líder de la derecha de entonces.

El machismo puede aflorar involuntariamente, como ocurrió con Gregorio Peces Barba en su etapa de presidente del Congreso. Peces, hombre de reconocidos buenos modales, interrumpió en su discurso al entonces diputado Miguel Boyer. "Perdone un momento, señor Boyer, pero creo que su aparato no funciona", dijo con la mayor de las inocencias el speaker del Parlamento entre las risas malvadas del hemiciclo.

Estos son rasgos de machismo light, que nada tienen que ver con otro tipo de exabruptos. Los del otro día, sin ir más lejos, cuando la bancada popular y la populista se retaron a arreglar sus diferencias por la vía taiwanesa del mamporro. Hasta que Montero sacó su detector de machistas, naturalmente.

El Congreso, que se había amuermado bastante en los tiempos del bipartidismo y las mayorías absolutas, promete grandes tardes de gloria para los cronistas parlamentarios con la llegada de Podemos. Gente que le llama al pan, pan y al machirulo, machirulo. Dado que en la banda de enfrente abundan también los congresistas de gesto airado y palabra desdeñosa, las sesiones van a ser mucho más dinámicas. E incluso es posible que las televisiones trasladen su plató al Congreso para ofrecer en directo el reality-show del hemiciclo, que a fin de cuentas es la mitad de un círculo (y también, ocasionalmente, de un circo). De momento, la tensión entre los jefes de manada ya ha alumbrado una innovación lingüística tan feliz como la de machirulo, a la que probablemente sigan otras.

Todo esto lo resumió el presidente de la Primera República, Estanislao Figueras en célebre frase ante el Congreso: "Estoy hasta los cojones de todos nosotros". En plan testicular y acaso machirulo, Figueras no hacía más que interpretar el sentir del pueblo.

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