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Opiniones de un nómada

La Laboral: "El esfuerzo inútil conduce a la melancolía"

Lo que ocurre cuando se dispara con pólvora del rey

Tiempo ha, estando en Torremolinos con mis padres, les animé a ir, por aquellas carreteras infernales, a las afueras de Córdoba, a ver la Ciudad Brillante, Madinat al-Zahra, que había fundado Abd al-Rahman III, al-Nasir, en el 936. Un gobierno incapaz, las luchas de los taifas y los almohades, una mala situación de la ciudad y una carencia de estructuras anteriores, es decir, una ciudad nacida de la nada, hizo que la ciudad pasase del esplendor a la desaparición en 83 años. Mi padre, que era muy paciente, me dijo: "Y esto es lo que vinimos a ver, dos o tres arcos, dos o tres columnas. ¿Dónde está la ciudad maravillosa?". Tenía razón. La ciudad soñada por Abderramán III ni se adivinaba.

Cuando Yip Kam Tim estuvo en Gijón fuimos a la Laboral. Nos contaron el proyecto de convertir una parte de los talleres en Centro de Arte y ambos comentamos que la situación era un error. La Universidad Laboral, realizada a todo lujo funcional y artísticamente, fue concebida como Centro de Educación y quedó inconclusa por ser un pozo sin fondo en gasto y, dícese, en corrupción. Los socialistas que gobernaron la región y la ciudad la fueron vaciando, abandonando y estigmatizando, a la par que realizaban, a un paso, un campus con edificios de dudosa coherencia en vez de adecuar y utilizar la Laboral. Menos mal que no les dio por pintarla de verde, para camuflarla en el paisaje, como hicieron con el Cementerio de Gijón.

Pasados los años, agonizando sin remisión el Centro Internacional de Arte Revillagigedo, hibernando como siempre el Centro de Cultura del Antiguo Instituto, se descubrió que camino del Hospital del Cabueñes, pegado a un viejo cementerio y a un tanatorio, había un abandonado cascarón. Como Europa mandaba fondos y las vacas daban buena leche, alguien pensó que aquel bulto grande, fuera del circuito ciudadano, podría convertirse en una nueva Ciudad Brillante y empezaron a disparar con pólvora del rey. Ideas peregrinas aquí y allá: que si un fastuoso hotel irrealizado, con un parking que destrozó espacios verdes; que si la Televisión del Principado agrediendo el convento de las clarisas; que si la cesión, por narices, de espacios en el lado Este para una empresa multinacional; que si el camuflaje interior de parte del teatro, convirtiéndolo de magnífico a vulgar; que si una adecuación de la torre para recibimientos oficiales, etc.

Y en la labor de elucubración y fantasías, y es de suponer que sin análisis ni prospecciones sociológicas y culturales, decidieron que Gijón era Kessel. Yo no sé si los "illuminati" de la Laboral leyeron a Thackeray, seguro que sí, contemporáneo de Dickens, autor de "Vanity Fair" ("La Feria de las Vanidades"). Thackeray publicó en su revista "Punch" artículos bajo el título, "The snobs of England by one of themselves" poniendo en circulación la expresión "snob", que más tarde usaría George Bernard Shaw, con una acepción similar a la actual: "persona que desprecia a los que no son de su clase". Hoy tendemos a usarlo como la RAE: Esnob: "Persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos". Los "illuminati" esnobs no sabían que tampoco estábamos en la Baviera de 1776 ni menos aún bajo el reinado de Luis II, aquel rey, tal vez loco, primo de Sissi, homosexual, promotor de las artes y la producción industrial local, aunque debieron pensar que si esto no era Kessel ni Baviera era Weimar, donde reproducir una nueva Bauhaus, pero los ríos de multitudes no llegaron jamás a los talleres.

Así, por puro esnobismo, se creó LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, un agujero negro por donde corrió una sangría inútil de dinero, con nombres vacuos al común de los mortales y con unos órganos de dirección jeroglíficos, en la pomposa Ciudad de la Cultura, más propia de los proyectos propagandísticos soviéticos. Definitivamente, el fracaso era fácil de colegir. De la teoría de un despacho a la praxis de la programación y transformación del entorno cultural social dista algo más que un mundo. Los programadores y gestores fracasan o no, los teóricos "illuminati" y esnobistas siempre, porque al decir de Ortega "el esfuerzo inútil conduce a la melancolía"; los "illuminati" son la bilis negra que desde Hipócrates es la denominación original de la melancolía.

Hay que erradicar el iluminismo, el esnobismo y la melancolía de manera urgente en la política del arte. Solo resta una solución: suturar la herida, no alargar la vida del moribundo, cortar el desangre de caudales y auditar económica y políticamente estos diez años, dando cuentas públicas al buen pueblo que no tiene, en el centro de su propia ciudad, una programación artística ponderable y permanente ni una honrada pedagogía que cultive su espíritu paso a paso. No más diletantes.

¡Ay!, decía Cavafis: "¿Por qué vacía la multitud calles y plazas, / y sombría regresa a sus moradas? / Porque la noche cae y no llegan los bárbaros. / Y gente venida desde la frontera / afirma que ya no hay bárbaros. / ¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros? / Quizá ellos fueran una solución después de todo.

Post Scriptum. El diputado Iglesias revienta al diputado Errejón; quizá porque el diputado Iglesias tenga detrás un Monedero que, cual Plejanov con Lenin, le enseña la gran violencia oral que arrebata a las masas moradas. El Partido Comunista en España ha evolucionado sin parar: Pasó del rojo puro Pasionaria, al rojo suave Carrillo y luego se difuminó con el rojizo Gerardo Iglesias, después se amorató con las cofradías cordobesas de Anguita y, tras una deriva, llega Garzón, para acabar la hoz convirtiéndose en círculo, y el amoratado en morado. Así, Garzón salva la cara y el crédito. Ahora los cónsules, Iglesias, Monedero e Irene Montero, dirigirán la revolución. Solo falta saber quién será Robespierre y quien será en el futuro Iósif Stalin.

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