La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Psiquiatra

El extraño caso de los denominados botellódromos

Una perspectiva histórica del consumo de drogas

Las drogas han acompañado al hombre en el largo proceso de su existencia.

La ingesta de agua era una posibilidad impuesta a los malhechores o aceptada por los religiosos, junto con una dieta vegetariana ocasional, como severa mortificación La adormidera, el curare, la coca de los Andes, el hachís, la Amanita Muscaria, eran plantas conocidas y utilizadas desde tiempos remotos para producir visiones.

A efectos de la propia conservación, es bueno todo fruto y es buena toda hoja comestible, toda semilla, toda raíz, toda pepita aprovechable.

La inconformidad con uno mismo, la necesidad de un consejo trascendente que diese seguridad a las propias acciones, a las conductas sociales, en una palabra, el siempre mismo anhelo de autotrascendencia.

El éxtasis ocasionado por medio de la intoxicación ha sido considerado como una parte esencial de los hechos religiosos.

El éxtasis conseguido por medio de plantas que lo producen ha formado parte de las religiones de los celtas, de los teutones, de los griegos, de los pueblos del Oriente y está en el origen del fenómeno religioso.

La droga se constituye en la historia como mediadora entre lo humano y lo divino y proporciona al hombre un medio para intentar conseguir su deseo de trascendencia, necesaria para justificar su existencia y lo que podría suceder una vez que el cuerpo dejara de existir.

El chamán, cargo casi siempre hereditario pues el contacto con el más allá exige formación e intermediarios, tiene también una carga histórica. Veamos un ejemplo:

Los indios del antiguo México, hoy EE UU, mediante un hongo sagrado que precisaba para su recogida largas peregrinaciones -que formaban parte del ritual- establecían sus ceremonias religiosas: En un error en su evangelización el hongo sagrado Teonanácalt -es decir: divino, sobrecogedor, maravillosos- fue considerado una práctica blasfema, en rivalidad con el pan y el vino de nuestro sacramento cristiano. En una palabra, fue suprimido y el deseo de trascendencia de los grupos indios se obtenía mediante el beneficioso alcohol. Todo hay que decirlo, los efectos fueron desastrosos y después de muchas cavilaciones hubo que volver al hongo sagrado y la misma iglesia indígena abolió el alcohol y, restaurado el hongo, constituye una de las pocas comunidades americanas en las que el hongo está permitido, resultando toda una experiencia religiosa.

No beber bebidas alcohólicas era considerado una excentricidad y una clara nota de no actuar de una manera adecuada; así surgen apellidos como inglés Drinkwater, el italiano Becilaqe, que constituyen la incorporación social de una excelente costumbre. Pero no nos vayamos por las ramas, hemos avanzado de una forma espectacular, al menos en Occidente, hemos conseguido una civilización denominada del bienestar, que nos permite una alimentación adecuada, una asistencia sanitaria conveniente y unos políticos que nos gobiernan mediante nuestro voto personal. El bienestar y nuestra educación han avanzado de forma espectacular. Tan espectacular que, en Asturias, por ejemplo, unos cinco mil jóvenes con una elevada formación -nunca conseguida en nuestra historia- deben de emigrar a otros países, sin posibilidad de retorno, pero sí con la esperanza de pasar en Asturias los años de su jubilación.

Indudablemente, en nuestra avanzada civilización las relaciones son muy complejas y con esa misma complejidad observamos la dificultad para tomar decisiones.

Cuál es el problema. Existe una culpa -no como concepto moral- que nuestra sociedad somete a duda.

Cómo es posible que miles de jóvenes, en un tiempo limitado, beban cantidades de alcohol que deben de sobrepasar sus deseos de trascendencia que parecen ya superados en nuestra cultura.

Está claro que los animales deben ser protegidos. La caza del zorro se ha prohibido en Inglaterra, nosotros cuestionamos las corridas de toros, la gente se despelota para conseguir estos avances -el concepto de despelote no es machista, sino de asombro ante el procedimiento pues, todo hay que decirlo, ¡es muy llamativo!

Pero volvamos a los beneficiosos efectos de nuestras decisiones democráticas: existen sesudos electos que solucionan estas concentraciones de jóvenes y su elevado consumo de alcohol, sesudas decisiones: crean en las afueras de la ciudad el denominado botellódromo, donde miles de jóvenes participan sin que nadie cree problemas, con libertad, cuando lo deseen. Para eso ha sido creado.

Unos cinco mil jóvenes ingresan en las urgencias sanitarias por problemas derivados de este tipo de consumo de alcohol.

Por qué no se nos explican qué costes y qué riesgos representan esta asistencia.

Pero analicemos los resultados sanitarios y sociales que a largo plazo tienen estos consumos de alcohol, violentos y repetidos en un corto intervalo, en cerebros en proceso de maduración y en los que está más que demostrado que esta forma de beber perjudica su maduración.

Dos problemas me preocupan, pero esto son disgregaciones personales:

Si estas generaciones sufren algún problema en la madurez de su cerebro, a quién vamos -quizá a mí por mi edad no me toque- a elegir libremente para dirigir nuestra política. A quién van a poder elegir los jóvenes que se marcharon a trabajar a otro país y vuelven al nuestro a pasar tranquilamente su jubilación.

A mí que no me tocará elegir, bastante tengo con lo actual, pero no nos pasemos.

Los culpables ¿son los jóvenes?:

Por Dios, son libres para elegir su conducta y sus actos, pues tienen una larga formación que les da nuestra civilización y con estudios complejos.

¿Los políticos?:

No puede ocultarse que han ocurrido tímidas intervenciones de grupos políticos formados en general por jóvenes, pero no disponemos más que de relaciones y estadísticas, aunque no se observan actuaciones válidas y, por qué no decirlo, difíciles, ¡la idea del botellódromo se perfila como eficaz!

Pero sigamos.

¿Son los padres los responsables?: las relaciones han cambiado. Su intensidad e incluso la comunicación ha disminuido de una manera notable, pero late en el ambiente el concepto de inseguridad. ¡La libertad es respetable! ¡Todos consumimos de jóvenes! ¡Cómo se va a prohibir a los niños de 12, 13, etc. años salir los viernes, sábados y domingos y volver al día siguiente! ¡Un respeto!

¿Los maestros no forman adecuadamente a nuestros hijos? Efectivamente podrían participar en proporcionar enseñanzas específicas, pero no está este colectivo en condiciones de hacer una ardua tarea en grupos que no se caracterizan, en general, por su respeto a su profesión y, en ocasiones, ni siquiera a su presencia.

Formamos parte, en definitiva, de una sociedad en la que no sabemos qué hacer ni qué personas nos pueden gobernar en el futuro, dado que la capacidad de muchos jóvenes está en juego.

Pensamos en soluciones que consideramos ingenuamente -es la conveniencia de justificarse- de elevar la edad de consumo a 18 años, a partir de los cuales se puede consumir libremente el alcohol, trasformando nuestros problemas sociales y sanitarios en un mero botellódromo.

Las soluciones son difíciles, es necesario meditar y abordarlas. Los problemas son conocidos y las soluciones problemáticas, aunque la situación es grave. No nos engañemos.

Compartir el artículo

stats